Ir al contenido principal

a flor de piel




Domingo 29-10-2017
19:40 Horas.

Me senté en el sillón de la abuela.
Aquella sensación la había sentido ya antes.
Y era la misma que sufría cuando era niño, a menudo todos los veranos, pero más cuando era especialmente fuerte.
Cuando pasaba demasiado tiempo al sol, se achicharraba. Más de lo normal. Más que cualquier otro año.

Entonces lo único que quería era quedarse quieta y inmóvil.
La piel le ardía. Quemaba. Escarnecida. 

Llamó a su madre, quiero hablar. Ah, vale.

Sí, estuviste en la incubadora. Tuviste los mejores médicos. 
Parecía que reaccionabas bien y te sacaron de la incubadora.
Aunque te faltaba mes y medio para nacer, estuviste “dos días en la incubadora”.
La madre se mostraba orgullosa, porque había tenido los mejores médicos.
Dos días en la incubadora. Yo no sé si eso sería suficiente.

Sé de sentir que no me tocase nadie, con doce años.
Sé de lo que fue cumplir los catorce.

Sé de lo que va no poder soportar que te toquen. Y que te arda la piel.

Los recuerdos parecen encajar. Podía haber sido aquello. Era aquello. Toda la piel erizada. Y el querer ante todo nada de contacto y inmovilidad.

Claro que tenía que vivir. ¿O no?

El médico dijo que saldría adelante. Su madre le sacó adelante. El comienzo fue duro. 
En la primera comunión estaba completamente normal.
Los psicólogos lo mandaron al logópeda. Señora, su hijo, no habla, porque no quiere.

Médicos de hace cincuenta años. Sí salí adelante.
Puta mierda. Tampoco es que me vaya a quejar ahora por vivir.
Es lo que hay.

También salen otros libros. Tengo que leer uno o dos de ellos. ¿Por qué siento que algo no está bien? No siento nada, a veces.
Me siento en tierra de nadie. Que nadie me toque, por favor. Pero necesito ese amor que no puedo tener.


Comentarios