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necesito aire


EL PERRO ATADO.

Hay que ser conscientes que antes o después un enfermo mental va a descargar toda la responsabilidad sobre el hecho de que está tomando una medicación. Esto entra dentro de lo que se puede esperar dentro de una relación médico paciente, cuando se está tomando un neuroléptico.
Los psiquiatras lo saben y francamente, los enfermos mentales también nos olemos que a veces lo que sentimos lo achacamos a la medicación.
Esto es así porque lo que sentimos, es jodido. Pero también la medicación que tomamos es jodida.
La medicación es un neuroléptico. Que viene a significar "ata nervio". No cura nada. Es una camisa de fuerza química. Sujeta.
A día de hoy para parar un brote psicótico es lógico y normal usar un neuroléptico para quitar los síntomas de un brote. Pero después se sigue administrando y suele ser la mayor parte de las veces de por vida.
El neuroléptico sujeta. No cura. Se pueden ajustar las dosis aistiendo a las citas periódicas con el psiquiatra, para tener la dosis de medicación lo más ajustada posible.
Así el psiquiatra justifica los años que se ha tirado estudiando, pensando que ahora sirven para algo, ajustar la dosis. Realmente, ajustar la dosis es mejor que no hacer nada. Y da un margen de trabajo si el paciente quisiera meterse en alguna terapia.
Desde luego, las terapias que yo sepa, van por cuenta del paciente. Los psiquiatras no se van a meter a curar una enfermedad mental. Cuando hay una enfermedad mental, siempre se trata de algo grave. Y las medicaciones son algo serio. Opino que ajustar la medicación  es deseable.
Que la camisa de fuerza esté apretada no es del gusto ni del paciente ni del psiquiatra.
Hay que pensar que si los médicos no curan las enfermedades, y todo el tiempo que pasan estudiando es para mantener medicados a los pacientes, con los menores efectos secundarios posibles, de por vida. Es decir, medicados para siempre. Me parece que es decir que los médicos, no curan.
No digo que los médicos no ayuden. Pero están procurando aliviar el dolor... volviendolo crónico. 
Yo tomo dos medicaciones. Una para la enfermedad mental y otra para el ácido úrico.
Ambas son crónicas y he firmado para iniciar el tratamiento DE POR VIDA. Así consta por escrito respecto al ácido úrico. Y en cuanto a la enfermedad mental, ya me dejé, por ignorancia, esa medicación. Y tuve un segundo brote. Así que no volveré a dejármela. 
Pero me gusta pensar que si el psiquiatra ajusta el neuroléptico, por mi parte lo que tengo que hacer es currármelo y asistir a alguna terapia.
A estas alturas ya sé que los médicos lo único que hacen es sedar. Si yo soy de los que va probando lo que sea que se me ocurra, para meterme en problemas, sé muy bien que tengo que contar con el psiquiatra.
Hay que ajustarse a las normas y no ir por libre. La enfermedad mental es siempre un tema grave. Hay que trabajar junto a un profesional de la salud, especialista en enfermedad mental. Un psiquiatra. Buscar al psiquiatra con el que mejor podamos trabajar.

El texto que escribí. Perro atado. Parece que entra dentro de la descripción de esos momentos en que lo que siento no sé si es mío o de la medicación.

Esto también pasará.

Perro atado

Necesito aire. Me ahogo. Esto se está estrechando. El pasadizo se estrecha y yo necesito ¡respirar!.
Me tomo la pastilla y todo parece calmarse. Aprieta. Es como un nudo de corbata demasiado apretado. No puedo respirar.
No funciona. La vida no funciona y no puedo decir que la razón no sea yo mismo.
Tan solo sé que necesito ¡respirar! Que la medicación sujeta, y qué agobio.
No hay amor. No hay amor posible.
No en mi vida. Eso es algo que hace tiempo supe.
Alejar al amor se había convertido en la prioridad, durante ¡demasiados años!
No hay amor para mí. Eso no es posible.
Y ahora la medicación estrecha el círculo. Como una soga aprieta, alrededor de mi garganta. No me permite respirar.
Necesito respirar, y temo, que tenga que dar mil explicaciones.
Tan solo para decir que no puedo respirar.
Que bajen la dosis.
No puedo respirar.
No digo que no lo comprenda, a un nivel intelectual.
Es como que yo puedo pensar como lo haría un psiquiatra. Pero lo único que puedo pensar que suceda es que me haga muchas preguntas, para cerciorarse de cómo me siento.
¿Cómo es tu sentimiento! ¡Explícame cómo es tu sentimiento!
Y yo mientras, abro la boca, para decir...
Necesito aire.
Lo peor es pensar que esto no tiene porqué ser la solución. Que tal vez haya innumerables altos y bajos. Todavía por llegar.
Que la medicación siempre estará ahí. Y me agobio. Tanto.
Siento que me meten un trapo en la boca. Que no importa que esté limpio, pulcramente limpio.
Es que no puedo respirar. Necesito. Aire.
Necesito vida.
¡VIDA!
Y no puedo pedir que nadie me la de.
La vida es cosa mía.
Pero siento que la medicación está quitándome esa vida.
Que la correa está demasiado apretada.
Como la roja correa del pitbull. 
Lo peor es que todas estas cosas tienen una historia de largo recorrido.
Y lo primero que hacen cuando hay un perro es cortarle las uñas.
No hay que correr ningún peligro. Se cortan las uñas.
Y el bozal aprieta.
Y el salvaje animal ve mermada su capacidad de movimiento.
Apenas ladrar puede.
Bien sedadito. Como para pasearlo bonito.
De exhibición.
Mirad qué perro más bueno que tengo. Está capado.
Y lleva bozal. Sin capacidad para arrancar a nadie un brazo de un mordisco.
Pero lo mejor, es que, no puede hacer nada.
Si intentase hacer algo, mi perro tendría que responder un montón de preguntas.
¿Cómo te sientes perro?
Explícame tu sentimiento.
Y el bozal aprieta tanto o más que las preguntas.
Miento. Las preguntas son el bozal. Y nadie puede tener potestad sobre el hecho de que estoy atado.
Salvo un alegre señor que para ajustar el collar, el que aprieta en ocasiones. El que suelta en otras pocas, muy pocas ocasiones.
Antes se asegura que la bestia no vaya a circular por la vida, suelta. Sintiendo su parte animal.
Que un animal tenga que pasear, sin poder echar a correr, cuando el instinto sería ¡correr! ¡escapar! De un dueño que de tan comprensivo, aprieta.
Que ajusta la correa con tanta precisión que asusta.
¿Qué miedo hay? Es normal tener miedo.
He experimentado el miedo tan a menudo que sé que lo lógico y normal...
Es sentir miedo. De la bestia.
Pero una maestra dijo que, el miedo mata.
Y los psiquiatras no quitan el miedo. Nadie se ocupa de tratar el miedo.
Tan solo hacen una cosa. Aprietan más y más la correa. Hasta que faltan las ganas de nada que no sea obedecer.
Y el aire falta.


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