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(4) conversaciones con Dios I

el libro de hoy es...




conversaciones con Dios I

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Jueves 10-03-2016
12:15 Horas.

A tu alma no le importa lo que hagas para ganarte la vida (y cuando tu vida termine, tampoco a ti te importará qué hayas hecho). 

A tu alma sólo le importa qué eres mientras haces lo que hagas para ganarte la vida.
Lo que el alma busca es el estado del ser; no el estado del hacer.








¿Cuál es el deseo del alma?
¡Eso mismo!: ¿cuál es?

No lo sé. Te lo pregunto a ti.
No lo sé. Te lo pregunto a ti.

Podemos seguir así indefinidamente.
Sí.

¡Un momento! No hace mucho has dicho que el alma aspira a ser Tú.
Así es.
Entonces, ese es el deseo del alma.

En un sentido amplio, sí. Pero ese Yo que aspira a ser es muy complejo, posee múltiples dimensiones, múltiples sentidos, múltiples facetas. 

Hay un millón de aspectos de Mí. Un billón. Un trillón. ¿Sabes? Incluye lo profano y lo profundo, lo más pequeño y lo más grande, lo más vacío y lo más sagrado, lo más horrible y lo más piadoso, 
¿sabes?











Tu espíritu aspira, en el más amplio sentido, al grandioso momento en el que tengas plena conciencia de sus deseos, y confluyas en gozosa unidad con ellos. 

Pero el espíritu no impondrá nunca jamás su deseo a la parte presente, consciente, física de ti.














La función del alma consiste en indicar su deseo, no en imponerlo.

La función de la mente consiste en decidir entre distintas alternativas.

La Función del cuerpo consiste en llevar a cabo esa decisión.

Cuando el cuerpo, la mente y el alma crean juntas, en unidad y armonía, Dios se hace carne.

Es entonces cuando el alma se conoce a sí misma en su propia experiencia.











Eso es exactamente lo que muy a menudo produce: fastidio. Vosotros amáis el fastidio, el pesar, el drama; 

es decir, en tanto no hagáis otra cosa. 

Habrá un determinado momento en vuestra evolución en la que dejaréis de amar el drama, dejaréis de amar la “historia” que habéis vivido hasta ahora. 

Es entonces, cuando decidiréis-elegiréis activamente-cambiarla. Sólo que la mayoría no sabe cómo hacerlo; (...)












Llega un momento en la evolución de toda alma en que la preocupación principal ya no es la supervivencia o el cuerpo físico, sino el desarrollo del espíritu; ya no el logro del éxito mundano, sino la realización del Yo.

En cierto sentido, se trata de un momento muy peligroso, particularmente al principio, puesto que la entidad que se aloja en el cuerpo ahora sabe que es justamente eso: un ser en un cuerpo; no un ser corpóreo.












Si “la mujer que realiza un trabajo que detesta para hacer frente a las responsabilidades que considera que tiene” es Quien Tú Eres, entonces ama, ama, ama tu trabajo, 

puesto que sostiene plenamente tu imagen de tu Yo, tu concepto de tu Yo.

Todo el mundo puede amar todo lo que hace desde el momento en que entienda qué está haciendo, y por qué.

Nadie hace nada que no quiera hacer.












La verdad que se oculta tras todo esto es que a la mayoría de las personas les preocupa su muerte.

La preocupación es precisamente la peor forma de actividad mental que hay después del odio, y resulta profundamente autodestructiva. 

La preocupación no tiene sentido. 

Es malgastar la energía mental. 

Además, crea reacciones bioquímicas que dañan el cuerpo, produciendo un sinfín de problemas que van desde una simple indigestión hasta una parada cardiaca.















Y también -y odio decir esto, pues parece demasiado mundano para venir de Dios-, ¡por el amor de Dios!, cuida más de ti mismo.














¡Es horrible! Las condiciones bajo las cuales le pides a vuestro cuerpo que sobreviva son horribles. 

Pero poco o nada harás al respecto. Leerás esto, moverás la cabeza afirmativamente, mostrando arrepentimiento, y continuarás con el maltrato. ¿Y sabes por qué?

Tengo miedo de preguntártelo.

Porque no tienes ninguna voluntad de vivir.














No, no existe la “deuda kármica” ni nada que se le parezca; no en el sentido que tú le das en esta pregunta. 

Una deuda es algo que se debe pagar, que se está obligado a pagar. 

Vosotros no estáis obligados a hacer nada.

No obstante, hay ciertas cosas que queréis hacer, que decidís experimentar. 

Y algunas de esas decisiones dependen de -su deseo ha sido creado por- lo que habéis experimentado anteriormente.











Si el karma es el deseo innato de ser cada vez mejor, de ser cada vez mayor, de evolucionar y de crecer, y de contemplar los acontecimientos y experiencias pasados desde esta perspectiva; 

entonces, Sí; el karma existe.

Pero no exige nada. Nada en absoluto. 

Eres, como lo has sido siempre, un ser con libre albedrío.













Hay mucho más que decir acerca del sexo de lo que hemos dicho aquí; pero nada más importante que esto: 

el sexo es alegría y muchos de vosotros habéis hecho del sexo algo totalmente diferente.

Sí; el sexo también es santo. Pero la alegría y la santidad son compatibles (en realidad, son la misma cosa), y muchos de vosotros pensáis que no lo son.

Vuestras actitudes ante el sexo constituyen un microcosmos de vuestras actitudes ante la vida. 

La vida debería ser alegría, celebración, y se ha convertido en una experiencia de “no tener nunca bastante”, de temor, ansiedad, envidia, rabia y tragedia. 

Y lo mismo puede decirse respecto al sexo.










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