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veamos ese árbol

veamos ese árbol


Ciertamente si miras con atención un árbol que crece con dificultad en unas determinadas condiciones, te puedes preguntar ¿Por qué es necesario que este árbol sufra?
Y miras el árbol y tratas de hallar remedios que solucionen un problema en esta parte del árbol, en aquella otra parte, y allí hay otro problema. 
Hay un árbol, que crece como buenamente puede. Y el jardinero trata de solucionar uno a uno los diversos problemas que se van presentando.

A veces es muy útil saber que el árbol pasará por determinadas fases, antes de recuperarse, o sucumbir. Por ejemplo, ante una determinada plaga.

¿Dónde está el bosque? ¿Tiene sentido preguntarle a un árbol si quiere vivir? ¿Tiene sentido preguntarle al árbol si quiere en un futuro, extender su existencia? ¿Tal vez al formar una pequeña extensión de foresta? 
Las semillas del árbol están prontas a ser llevadas por el viento y extender la información de “eso que denominamos árbol”.

¿Pero qué es en sí el árbol? Un árbol no creo que se dedique a dudar, sino que se entrega a la vida. Del mismo modo, que está abierto a desaparecer un día. 
Y retornar al suelo en forma de un sustrato que enriquezca ese suelo.
Tal vez la vida trata por todos los medios de extenderse.

Podríamos considerar que la vida pretende conservarse, perpetuarse, cambiar. Y nada se pierde.
Lo siento. Ese árbol morirá. O tal vez crezca y disfrute de días soleados. Y lluviosos también.

Siento mucho que esto sea así, es lamentable que un ser vivo deba morir. Pero la única garantía que posee la vida, es que en un momento dado, terminará.
Y sí. La vida y la muerte se abrazan y se dan la mano. Danzan un baile interminable en el que cada uno, cada una. Vida y muerte, bailan.
Una es tan cierta como la otra.
A veces esa danza es hermosa. Otras no lo es.
Hay una cierta maldad inherente a la vida. La vida es despiadada.
Cuando eres un árbol, y vives, sabes que puede venir el tiempo de que llegue el fin. Sin embargo, un árbol no se lamenta. O tal vez sí. 
Pero su proceso no es en vano. La finalidad de la existencia es existir. No tiene otro objeto que ese.

Sí que hay que procurar aliviar el dolor de nuestro prójimo.
No te fijes en al árbol ¿Pero es posible no mirarlo?
Si te fijas en el árbol, tal vez no veas que ese mismo ser vivo, ese pino, alerce, abeto, todas las variedades de vida. 
Comparten un mismo sol, una misma lluvia.
No se pierde nada. Se pierde el árbol. La forma del árbol. Y eso duele, porque si podemos hablar de que la tala de árboles perjudica seriamente nuestro entorno...
¿Qué no nos producirá más dolor que el saber que un bebé inocente venga a la vida con una enfermedad? 
Ciertamente, ese niño es un ser perfecto. Y la vida es sagrada.
La savia que circula por las ramas de un árbol no tiene nada que ver con la sangre que late y se mueve con el impulso del corazón de un pequeño bebé.
Salvo que ambos viven bajo un mismo sol y respiran el mismo aire.
Cuando una persona enferma es una lástima. Pero cuando vemos a un recién nacido sufrir. Duele.


Ahora voy a cambiar de tema.

En una familia uno de los hijos menores tiene tendencia al aislamiento, a abstraerse en sus propios pensamientos y a la soledad.
Ese domingo la familia ha compartido la comida y una agradable tarde, en el porche de su casa. Es un hermoso día de verano y lo pasan juntos en la sobremesa.
En un determinado momento de la tarde, surge en la conversación la idea de ir al mercadillo medieval. 
El mercadillo medieval está en esa población tan solo el fin de semana, y es una costumbre que toda la gente de la comunidad asista a ver la amplia variedad de artesanía que se ofrece.
El hermano mayor estornuda. Es más, los estornudos se vuelven muy persistentes.

Es la alergia.

Bien. Resulta que todo el día ha estado la familia al completo en el mismo lugar. Disfrutando de la compañía, la comida y la conversación en el porche, en la casa de campo. 
Los árboles, los animales, las personas y el entorno que hay allí, siempre han sido los mismos.
Sin embargo, se ha presentado la alergia.
La alergia. 
Es decir, se trata de que allí mismo “tiene que existir un elemento alérgeno”, que produzca esos estornudos persistentes.

Tener alergia implica que hay un alérgeno que la produce.

En ese momento el hermano menor, que estaba en el interior de la casa, pensando en sus cosas, a la vez que le llega la conversación de su familia, escucha los estornudos.
El hermano menor llama al más mayor, que está estornudando, y le dice de forma lo más clara posible y sin dejar lugar a dudas, que aunque todos quieren asistir al evento social, él prefiere quedarse en casa.

Es decir, se trata de que el hermano menor, prefiere ir a sus propios asuntos. Tal vez eso es poco aceptado desde un punto de vista cultural.
Está socialmente aceptado que la comunidad asiste al mercadillo medieval, en esa ocasión que se da regularmente todos los años.
Tete, tú tranquilo. Que yo quiero quedarme aquí. Estoy bien y prefiero quedarme en casa con mis cosas, mientras toda la familia vais a la plaza del pueblo.

Entonces, el hermano mayor comprende que su responsabilidad ante el comportamiento de su hermano pequeño, que prefiere estar más apartado, ya no es responsabilidad suya.

El hermano mayor comprende que el menor se responsabiliza de sí mismo. La responsabilidad de hermano mayor hacia el menor, cesa en cuanto que cada uno sabe que el otro elige.
Ahí ya sucede que la persona que se hace cargo de la dinámica social familiar. Al asistir a un evento en común, el hermano mayor, ya tiene claro y asume que cada uno sabe muy bien lo que hace.
Esa, ya no es cosa de lo que tenga que ocuparse como hermano mayor.

La tarde se presenta con iguales buenas perspectivas. El entorno es el mismo, la misma familia, las mismas condiciones, los mismos árboles.
El mismo alérgeno, también está presente.
Sin embargo, los estornudos cesan y pasado un periodo más de tertulia se van a continuar la tarde. 
La mayor parte de la familia en el mercadillo medieval.

Si vemos el conjunto de la situación, podemos ver que en todo momento se han dado las mismas condiciones.
El alérgeno siempre ha estado presente. Pero la alergia solamente se ha manifestado en esa situación en la que el hermano mayor “tenía que hacerse cargo de ese otro hermano”.

¡Estornuda! ¡Y quítate eso de la cabeza!
Resulta que para el inconsciente no existe ninguna diferencia entre una información real o imaginaria. 
El inconsciente acepta todo como si fuera real.

En todo ese drama familiar, en el que ese objeto molesto de “tener que” hacerse cargo del hermano solitario de la familia, cesa. Los estornudos cesan.

Y en todo el proceso vemos que no ha cambiado nada. Absolutamente nada, salvo el conocimiento y aceptación de una información.

El hermano solitario, sabe lo que quiere y acepta la responsabilidad sobre sí mismo.

La familia parte tranquila. Y tan solo han aceptado que uno de ellos tal vez desea comportarse de un modo distinto. Pero que se responsabiliza de sí mismo.

Para que los estornudos, síntoma de una alergia, se manifiesten. No hace falta que haya un alérgeno que está ahí acechando, dispuesto a hacernos la vida imposible.
Tal vez sí que exista una sustancia que esté presente. Tal vez. Pero si comprendemos que la diferencia entre que se produzcan estornudos o no, tan solo depende de “quitarse esa molesta idea de la cabeza”.
Tal vez será que la puerta de entrada y salida a las alergias... tiene un componente que el inconsciente, como metáfora, no distingue si es un componente real o imaginario.
Para el inconsciente siempre es real.

Bueno. Yo no soy médico. Pero he presenciado esa situación familiar en primera persona. Y los síntomas de alergia cesaron en esas circunstancias.

Ahora tengo que enlazar toda esta historia con lo que había contado anteriormente.
¿Qué hace que un bebé padezca una alergia?
Evidentemente, yo no soy médico. Ni psicólogo. Ni soy nada que avale mi opinión, salvo que me gusta observar y saber el porqué de las cosas.
Cuando un bebé viene al mundo con una enfermedad. Esa enfermedad, es una información.

Yo no podría ponerme delante de otro hombre, un padre o una madre. Y decir frente a frente, que su hijo está enfermo porque porta una información.
El bebé es un recién nacido ¿Y qué sentido tiene que tenga una alergia?

La vida trata por todos los medios de resolver “el problema de la vida”. No hay ningún problema que podamos evitar resolver.
Sí que podemos, sin embargo, retrasar y posponer. Por los motivos o circunstancias que sean.
La vida da muchas vueltas. Pero siempre, siempre, hay una consciencia que desea pervivir. Y no deja que vivamos a expensas de dejar asuntos sin terminar.
Los solucionamos, sí o sí.
Ahí la vida se da la mano en el filo de la existencia con la muerte.

Yo estoy escribiendo en este momento este texto. Pero no tengo la certeza absoluta de que dentro de veinte segundos yo exista. Tal vez muera. En esos veinte segundos.

Tengo una enfermedad mental. Estoy diagnosticado de esquizofrenia.
Sé perfectamente qué es, que tras un fin de semana intensivo de meditación,  el regresar a casa y sentir una cierta tensión e inquietud, respecto a lo que iba a hacer a partir de entonces.
En menos de lo que dura el suspiro que di en ese momento, pasé a estar loco. Me broté. Y sucedió en un instante. En menos de lo que tarda en producirse mi suspiro. O un estornudo.

Así que sé que en este mundo nadie tiene garantizado ni un solo instante de vida.
Esa es mi experiencia. Pero no vivo pensando constantemente en eso.
Voy tirando, como todos. 
Y pienso que posiblemente puedo durar otros cuarenta y siete años más de mi vida. Si la medicina me mantiene lo suficientemente crónico.
Como todo el mundo, me encuentro en la media. Todos nos encontramos en la media.

Ahora, veamos ese árbol.

¿Qué es el árbol?

Es más. ¿Cómo es que existe el árbol? ¿Por qué está ahí?
Un árbol, como toda vida, procede de una semilla o un germen de vida que se perpetúa a sí misma.
Un árbol puede dar lugar a que se forme, a su debido tiempo, un bosque.
Podría argumentar que una semilla tiene una carga genética. La verdad es que soy un completo ignorante (No sé si los árboles tienen genes). ¡Qué tonto!
Pero se que un árbol, proviene de por lo menos, otro árbol.

Si vemos todo el conjunto de lo que vengo contando... yo diría que para que la vida se produzca, tan solo se necesita que se den las condiciones necesarias.
Pero nada se desperdicia. Todo está en perpetuo cambio y sin embargo olvidamos quiénes somos y de dónde procedemos.

Es imperativo que para sanar, recordemos de dónde provenimos. Las culturas más ancestrales suelen ofrecer gran importancia al culto a sus antepasados.
El presente. Es un presente. Pero antes de recibir un regalo debemos resolver el legado de nuestros ancestros.

Recordar, recordar, recordar. Y aceptar la vida y la existencia.

No somos un árbol aislado. Que crece en condiciones precarias.
El sol y la lluvia, nos mojan y nos secan.

Vivimos en una sociedad que parece estar inundada de estímulos e información.
Recetar unos minutos de meditación al día podría considerarse una medida preventiva, que ya se contempla.
La tecnología nos mantiene conectados. Pero tenemos que desconectar para simplemente, encontrarnos.
Si queremos realmente afrontar el dolor propio de la vida, tal vez debamos meditar o tomar una pastilla.
Pero hay que recordar que las preguntas de ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿De dónde vengo?
Nunca fueron una moda. Siguen siendo muy actuales.
Son preguntas plenamente vigentes.




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