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espejo frente a espejo


un ciego, un loco... y un espejo


Jueves 29-03-2018
12:41 Horas.

Es un juego. Tan solo un juego. Pero es un maldito juego. Te puedes perder. Me puedo perder, no hay garantías de éxito. 
Me he metido hasta el fondo de la madriguera, y ahora, no sé si me las he visto con el Minotauro o no, pero sé que quiero regresar. Quiero tirar del hilo de Ariadna, para tratar de salir del laberinto.
Tal vez tire de este hilo, y resulte que no lleve a ninguna parte. Es posible que un hilo esté tejido de historias. Puede que una historia tan solo sirva para enlazar con otra historia.
Que un encadenamiento sucesivo de historias tan solo sirva para contar un cuento. Y ¿Qué se les cuenta a los niños para que se duerman? Un cuento. Sin embargo, también hay cuentos para despertar a los adultos.
Sucede que no hay garantías. Sucede que tal vez pase algo, o que no pase nada. Supongo que vivir una historia de aventuras sirve, para hacer la vida más interesante.
No pienso en despertar. No pienso tampoco en apagar ese despertador y levantarme. Sigo un hilo. Siento que debo seguir un hilo.
Tal vez debiera esperar. Pero yo no quiero ser ese tipo de persona.
El sentido que le doy es que esto no puede hacerlo una persona sola. Nadie puede hacer nada solo. Se necesita a alguien. Tal vez tan solo se trata de que seamos ciegos guiando a ciegos.
La ceguera. Hay un ensayo, en forma de novela, que habla de la ceguera. Realmente, en ese libro vemos que la vida continúa, y que la ley del más fuerte prosigue. Un mundo de ciegos no hace que nos ayudemos para sobrevivir. Se tornan a establecer jerarquías.
Somos seres sociales. Que ciegos guien a ciegos, hace que la misma jerarquía que imperaba, se perpetúe. Las personas si perdiéramos la vista, tal vez despertáramos. Pero tal vez solamente se tratara de un susto.
Después seguiríamos igual. ¿Por qué? Porque somos personas con miedo. Y el miedo hace que establezcamos alianzas. Jugamos a juegos que hacen que nos midamos unos a otros.
Todos comemos de esta sopa. Pero siempre habrá personas que estarán mejor alimentadas que otras. Funciona así. No somos todas las personas iguales.
Y eso es un modo grandioso de vivir. ¡Qué aburrido sería que estuviésemos todos cortados por un mismo patrón! A Dios le gusta pintar dibujos con muchos colores.
Somos criaturas de Dios, y él quiere que cada uno de nosotros seamos reyes de nuestra propia vida. ¿Qué pasa cuando un ciudadano libre pasea por el reino y al pasar por el mercado le da una moneda a un mendigo?
El aristócrata que da, y el mendigo que recibe, tienen ambos un instante en que se reconocen. Sin embargo, siendo personas que viven realidades tan diferentes, tal como puedan ser la de una persona acomodada, o bien alguien que vive en la calle, tal vez se miren.
Ahí, hay un espejo que se pone delante de otro espejo.
¿Qué sucede cuando se pone un espejo frente a otro? 
Sencillo, se crea un mundo infinito de reflejos. Toda nuestra vida se extiende en un continuo en el que lo reflejado se ve reflejado. Y eso sucede de aquí hasta siempre. Es un continuo verse.
El otro día salía de un comercio, era de noche. En la puerta había un mendigo. Está por aquí desde hace algún tiempo. Es lo que hacen los mendigos. Van de un sitio a otro. Durante un tiempo.
Hay personas que viven en pisos, encerrados. Otros tienen campos o casas en las afueras de las ciudades. Hay muchos modos de vivir.
Los mendigos, yo no sé hasta qué punto viven su vida... ¿Son felices?
Le di la moneda, a este hombre que estaba sentado en el suelo sobre una manta. Era de noche. Mecánicamente le di las buenas noches. Hacía frío esa noche, y ese hombre iba a pasar frío.
Me sentí mal, porque yo le había dado las buenas noches, en una fórmula de cortesía. Pero yo juzgué que yo iba a casa y iba a pasar la noche a cubierto y a salvo.
Yo creo que el hombre pudo verme o tal vez se vio a sí mismo. Yo no sé si yo vi al mendigo, o tan solo me vi reflejado a mí mismo.
Es un misterio.
Tal vez di una moneda, y en ese momento me vi a mí.
No tiene sentido, y tiene a la vez mucho sentido. Es un encuentro en el que dos personas se reflejan. Espejo contra espejo.
Yo tengo mi identidad. No quiero renunciar a ella. Tengo mi vida, no quiero renunciar a ella.
Pero todos jugamos un juego. Es sutil a veces. Otras veces está claro quién es el que manda.
Con una enfermedad mental, he tenido la experiencia de dar mi opinión, o decir que tal comportamiento es de tal modo. Sin embargo, no podía comportarme al nivel de lo dicho por mí mismo.
¿Qué es la enfermedad mental? Es no tener palabra.
Un hombre, una mujer, son personas que tienen palabra. Lo que dicen, lo cumplen. Es ley que sea así.
Antiguamente los contratos se sellaban con la palabra, y un apretón de manos. A veces tan solo eso basta para sellar un contrato. Tal vez te juegues la vida, y tu única salida es confiar en la palabra de otro hombre.
Hay multitud de situaciones. Hoy en día se formulan contratos en los que se graba una conversación telefónica. 
Supongo que si te llaman al móvil y sin pensarlo demasiado te comprometes, has hablado y tu voz queda registrada.
Es un contrato, es tu palabra. Está grabado.
En el desarrollo de un mercado cambiante, hay mucho aquí te pillo aquí te mato. Hay un regateo continuo. Es posible que demos la palabra y después nos retractemos. Y seamos conscientes de lo que hacemos. Bueno, más o menos.
Nos venden la moto y la compramos. Y después somos consecuentes con la compra. Es posible que haya un periodo de prueba para ver cómo es la moto.
¿Qué es la enfermedad mental? Un brote psicótico, no afecta a veces a la inteligencia. Y eso es chungo. Porque puedes hablar con un loco y ser el loco una persona inteligente, o tener una cultura. 
En realidad, ser inteligente es una desventaja. Porque se presta a confusión. Las personas que gobiernan un país, son personas muy inteligentes. Eso está claro. Pero al margen de quién se sea en la vida, las personas tenemos todas un punto de locura.
La locura no tiene nada que ver con la inteligencia. Tiene que ver con la palabra. Es como firmar un cheque. Te dedicas una mañana a comprar por una ciudad y firmas muchos cheques de diversas cantidades.
Las personas te ven hablar de un modo desenvuelto. Porque hablas de forma inteligente. Pero los cheques no tienen fondos.
No hay crédito. Un loco no tiene dinero, ni crédito. No tiene palabra.
La locura es que se dicen o se hacen cosas, que no se pueden respaldar. Se carece de crédito. La palabra de alguien que no tiene crédito, no sirve de nada.
Te alejas de los locos como de la peste. Es un infierno en vida.
Vives la vida con una apariencia de normalidad. Tal vez. Tal vez tu locura sea una discapacidad que nadie vea.
Y cuando se dan cuenta de que estás loco, huyen espantados. Es horrible pensar que alguien no tenga dinero para comer de forma adecuada. O que no tenga crédito para comprar algo.
Tal vez una persona no tenga palabra.
Las palabras son el modo en el que nos relacionamos. Mediante la palabra nos ponemos de acuerdo.
Es espantoso encontrarse con un hombre que no tiene palabra. Huimos asustados.
Si nos da miedo la pobreza, no hay pobreza mayor que no poder cumplir. Firmar un contrato, llegar a un acuerdo y no cumplirlo, está penado por la Ley. Y resulta a veces embarazoso.
Es la condición humana. Ciegos que guían a ciegos. Se siguen estableciendo alianzas. Se llegan a acuerdos y componendas. La vida continúa, incluso cuando no se vea el camino, somos seres sociales. Nos relacionamos.
Nos vemos. Incluso si no tuviéramos vista, seguiríamos siendo humanos. Con lo bueno o malo que fuese que se extendiese la enfermedad de la ceguera, estableceríamos unas condiciones.
De un modo u otro tenemos que confiar en alguien. También sabemos que el pez grande se come al chico.
La vida no es amable. Pero tenemos un mecanismo que resulta muy útil. No vemos lo que no queremos ver. No nos vemos a nosotros mismos. Hay puntos ciegos que nos impiden mirarnos.
Ahora yo salgo de la panadería y le doy una moneda al mendigo que hay en la puerta. Buenas noches.
Es una noche fría. y el mendigo está sentado en el suelo.
El mendigo es totalmente coherente. Es mendigo y se comporta como tal. Ahí no hay problema. Cada uno sabe lo que tenga en su interior. 
Pero en el encuentro yo no veo al mendigo. Me veo a mí mismo.
En una fría noche de un día cualquiera yo me siento mal, porque en un encuentro que dura un par de segundos, yo no veo a un mendigo. 
Digo buenas noches en una fórmula de cortesía. 
        En una noche que promete ser fría.
El mendigo me refleja, y aparece la carta del Tarot.
El loco.








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