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carta a una esposa primeriza


¡Haz algo!

No hay pedido más paralizante, de una esposa, primeriza...

Sábado 4-11-2017
9:27 Horas.

Un buen psiquiatra es un tesoro.
No importa si un psiquiatra te conoce bien o no. Tiene que conocer tus estados de ánimo como nadie.
Me da la impresión de que hay cada vez más médicos que salen mejor preparados y con ganas de hacer bien su trabajo.
Tal vez un psiquiatra sepa cosas acerca de reiki, o flores de Bach.
Es posible, que yo pueda llegar a acuerdos, con mi psiquiatra.


Si encontráis a un psiquiatra así, no lo dejéis marchar ¡Aferraos a él! Tenéis mucha suerte.
Tal vez si os deriva a psicología, o a una asociación de familiares de enfermos mentales, está bien.
A día de hoy, el psiquiatra tan solo puede verme unos minutos cada par de meses.


Yo tengo miedo de la psiquiatría. Es decir, no comulgo con su filosofía de mantener al paciente siempre medicado.
Pero si una persona tuviese que estar toda su vida medicada, eso no debería ser una cuestión del psiquiatra. 
“Debe ser el propio enfermo quien decida si quiere hacer algo con su vida”.
El psiquiatra, sin embargo debe asumir esa decisión, no la de sedar. Sino la de ajustar la medicación. 
Hay que hilar muy fino.
Si encontráis a un psiquiatra que conozca vuestros síntomas, y esté dispuesto a llegar a acuerdos, aferráos a él.
Os aconsejo que, desde el punto de vista de mi experiencia, ajustéis todo lo posible la medicación.
Sé que a los psiquiatras, no les gusta que andemos demasiado sueltos.
De hecho, a mí me gusta ir un poco sedado de más. Me da seguridad.

Aclaro que “neuroléptico”, o “ata nervio”. Es una camisa de fuerza química.
Una camisa de fuerza no cura. SUJETA.
Pero es necesaria.
Una camisa de fuerza es necesaria, ante un brote psicótico, y mucho tiempo después, también.


Apuntaría el dato que la medicación que tomo me ha causado muchos problemas.
Cuando yo he cambiado, "para mejor". La medicación me producía una emoción de enfado.
Es un sentimiento humano que no da ganas de tener a nadie delante.

Y no era una emoción propia.
Supongo que cuando “algo” te sujeta mucho, lo más normal y civilizado es sentir enfado.

Es decir, cuando en esas ocasiones el psiquiatra a ajustado la medicación, para bajarla, esos estados emocionales han cesado.

Así que yo diría que podríamos abrochar y desabrochar botones de la camisa de fuerza, tantas veces como se requiera.

La medicación no me va a curar. Pero junto con mi psiquiatra puedo ajustarla.

A mí me vale. Pero ese tira y afloja me vale, mientras tanto me decido o no me decido a soltarme.

Pero si estoy estable, de lo que se trata es de buscar algo. Una terapia, una actividad. 
Cada persona debe saber qué quiere de la vida. Es decir, nadie lo sabe por lo general. 
Ni sanos ni enfermos.
Todo el mundo quiere un coche mejor que el del vecino. Y el pasto es más verde, al otro lado de la valla. Pero eso es para todo el mundo.
Y en realidad, nadie decide nada. Simplemente se pierde el miedo.
Perder el miedo no se puede hacer voluntariamente.
Es la vida. Forma parte de un aprendizaje.
Bueno, podemos sentarnos y pensar.
Yo me he estado sentado y pensando mucho tiempo. 
Años, muchos años, quizá.


Yo diría que la filosofía, como ciencia, no sirve. Pero sí que creo que reflexionar es primordial.
Se trata de recordar. Recordar y comprender.


Si no se quiere nada, pues no se quiere. Tal vez los psiquiatras tengan razón y sean ellos los que tengan que “curarnos”. 

Pero yo diría que no. El psiquiatra y la medicación son la red de seguridad. 
Pero el trapecista soy yo.

La vida cambia. Pese a mí mismo y pese al psiquiatra.
He encontrado profesionales que quieren apoyarme a la hora de trabajar.
Yo creo que en el tema de la salud mental, no estoy en esto de un modo muy consciente. 
Pero sí, me meto en terapias. Nací con una chispa de curiosidad.


No es que busque la sanación. Es más bien, que busco freír los sesos. 
        No sé. Es raro. Es como tener el cerebro lleno de mocos. Y querer remover.
Me gusta probar a ver si consigo un refrito más sustancioso. Y no lo hago por gusto, sino por compulsión.
Lo normal en estos casos, es caer enfermos. Es decir, los experimentos deberían hacerse solamente con gaseosa, y si es posible quitando el gas. Pero sí. Admito que a veces me ha gustado jugar, y experimentar.

Si estás estable. Puedes seguir estando estable. Pero una camisa de fuerza no te va a curar.
Ve a terapia. Búscate la vida. Si tienes algo, eso es sagrado. Consérvalo.


Yo tengo un miedo tremendo a salir de casa. También tengo terror a expresar mi sexualidad.
Algo que me sale con facilidad es sentarme y pensar.
Pues, ya que el Pisuerga, pasa por Valladolid... aprovecho y pienso.
Y escribo en un diario. Un diario no va a cambiar nada. Pero ¿Y si fuera dibujar, pintar, leer?
Después de todo, hay que empezar por alguna parte. Y si tienes una inquietud, síguela.
La medicación, no cura. SUJETA. Y lo digo desde el agradecimiento.


Pero si quieres algo más, asiste a terapia. El tipo de terapia que sea, la que te venga mejor y que no te dañe. 
Es decir... Es posible que no puedas hacer nada. Que estés roto. Tal vez no puedas salir de la cama ni para sentarte.


Pero ten clara una cosa. La medicación te puede dar una estabilidad, que vas a necesitar sí o sí.
Pero sanarte, solamente puedes sanarte tú mismo, en relación con terapeutas o con otras personas.
La enfermedad mental tiene un fuerte componente social. De relación.
Estar loco y ser un loco son términos que hablan de relación.


Si se ha producido un brote psicótico en tu vida, es que no te relacionas bien con tu entorno.
No es culpa de nadie. No es culpa tuya. No es culpa tuya. La vida es así. Cuando se nace estrellado, se nace así, y ya.
Pero sí es culpa tuya, si no coges papel y un bolígrafo y escribes algo. O paseas un lápiz por el papel a ver qué sale.
Estas cosas, pueden resultar duras. Pero son cosas que puedes hacer.
Si después puedes hacer más cosas, pues las haces.
Pero mi consejo es que cuando te metas en jaleos, ten a tu lado un psiquiatra que esté dispuesto a ajustar la medicación de acuerdo a tu situación.
La medicación es una putada. A veces muy grande. Tanto que incluso tocarla, para subir o bajar, también es jodido.


Yo diría que debes buscarte problemas. Y debes confiar en un buen psiquiatra para sacarte de ellos.
Es duro. Muy doloroso en ocasiones. Hay que reajustar las emociones y los sentimientos. Si te metes en suficientes problemas, tu vida cambia para mejor o para peor. No se sabe.
Pero si no haces nada, no sucede nada.
Yo no me atrevo a salir ni de mi casa. Es un lugar pequeño, pero es conocido.
La vida está ahí fuera, y puede resultar aterradora.





En la película de “El motorista fantasma”, una de mis favoritas. El protagonista se dice ante el espejo “No se puede vivir con miedo”. 
Sí se puede, no pasa nada. El miedo es normal, forma parte del proceso.
Yo creo que los psiquiatras tienen miedo de nuestro miedo. El miedo es contagioso.

Una esposa primeriza empieza “tanteando”.
Escribe en el diario.
Dibuja y esboza garabatos.
Riega y habla con las plantas de las macetas.

Nadie os va a llamar locos por hablar a unas plantas ¡Ya estáis locos!

Para mí es un consuelo, en cierto modo, el estar loco. Puedo hacer locuras. Tengo una red de seguridad.

Si me llaman loco, tienen razón.

Recordar vuestra locura.
Una esposa veterana, hace locuras. 











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