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una lección de vida



Ganas de vivir


Martes 3-10-2017
19:39 Horas.

Algo muy bueno que tiene mi padre son sus ganas de vivir. 

Es decir, que como un educador ha sido una pena. Pero se pasaba bien en casa. Era divertido. Nunca se sabía muy bien a qué nos podíamos atener.

Tal vez yo buscaba la seguridad en la soledad, o en casa de mis abuelos. Creo que yo necesitaba otra cosa. 
Como cualquiera. Tenía mis propias necesidades.
Y no fui un niño deseado. Y eso lo digo muy en serio.

No hay que pensar mucho para llegar a esa conclusión. El hermano que me sigue, siempre se ha escuchado que lo buscaron.

En mi caso, si yo nací en marzo, y soy sietemesino, saco las cuentas y fui concebido en agosto. 

Ya puedo dar por supuesto que se les rompió el condón entre siesta y siesta, en el campo de mis abuelos. Supongo que les dio vergüenza pedirle un preservativo a mi abuela.

Es decir, lo que decían de mí toda mi vida era la frase “a este niño, lo vamos a sacar adelante”.

Teniendo en cuenta que mi madre sangraba todos los meses y “tenía” que guardar reposo para no perderme... es decir, que tampoco es que mi madre sea una asesina. La mujer toda su vida, no ha sido demasiado amorosa. Ha descubierto su lado amoroso más tarde, por fin.

En realidad, la cuestión es que lo normal es que los hijos sigan el ejemplo de sus padres. Mi madre puede haber sido tan trabajadora como lo fue mi abuelo. En versión femenina. 

Y mi abuelo, lo era. Era trabajador. Eso era reconocido. Era el Antoniet.

El caso, volviendo al tema, es que tener dos hijos, entra dentro de lo normal. La mayor costó. Ya le iban metiendo presión a mi madre, con eso de que “no valía”. Las suegras y las cuñadas lo malas que eran en aquellos tiempos. 

Las de hoy en día dan gusto.

Pero la realidad es, como en la película de “El juego de Ender” ¿Quién quiere a un tercero?

Vale, la cruda realidad es que el cuerpo de mi madre se preparó para no tener más hijos. Sea por lo que sea, su cuerpo, trataba de “desembarazarse” de mí todos los meses.

Eso, es duro. Es cruel.

Y en aquel entonces no existía la estimulación precoz.

Mi sobrino, el de mi hermana mayor, tuvo dificultades en el parto y recibió estimulación precoz a instancias de su madre.

Yo creo que ha servido. Sé que la infancia de Javier no fue fácil. Fue dura. Pero a día de hoy está empezando a pisar fuerte. Tal vez algún día tenga que hacer memoria para sanar el pasado, pero lo cierto es que tiene muy claro quién es, cual es su lugar en la familia y la sociedad.

Va bien.

Pero de lo que tengo que hablar es de lo que conozco. Y es que un feto sea rechazado todos los meses, como que crea una secuela. Hace cuarenta y seis años no habían medios ni se conocían cosas.

Hace cuarenta y seis años, se tenían hijos y si alcanzaban los dos años de edad, pues ya estaba. Se tenían.

Después yo tenía mis manías. No me gustaba besar a mi madre. De hecho yo rechazaba de plano besarla. 

Ya te vale. Ella empezó primero.

Es decir, si la mejor psicóloga con la que he trabajado, de vez en cuando comentaba que cómo era que me había criado como hijo único. Y que no parecía que perteneciese a una familia numerosa... Yo no digo nada, pero es que algo pasaba.

Y tiene que ver más allá de mi propia familia. Esto ya se mete en las raíces del transgeneracional.

De hecho, la médico de medicina general, que me atendía cuando tenía una baja laboral, también me dijo que pensaba que yo era hijo único.

Hace un par de meses, ya un poco cansado, me dije, tengo cuarenta y seis, este año en el que estoy ha dado para mucho; voy a ver si antes de terminarlo, alguien me dice el porqué de algo. 

Me refiero a mi situación dentro de mi familia.

Bien, fui a ver a un terapeuta que trabaja el árbol genealógico. El hombre trabaja dedicando las horas que hagan falta a una consulta, para llevar un ritmo de trabajo en profundidad.

La cosa está en que cuando toca poner las fechas de nacimiento de los hermanos sobre el papel, las distribuye en tres columnas, supongo que eso tiene que ver con las distintas estaciones. Es una interpretación mía, no sé qué fundamento tiene.

La cuestión es que no parece que mi fecha se relacione con la de nadie de mi familia.

Bueno, yo he nacido, eso es un hecho. Pero me siento así, al menos me he sentido así desde siempre.

Es decir, separado. Escindido, y con unas sensaciones de rechazo, que han teñido mi ambiente. Mi psique.

Vale, una depresión que casi acaba conmigo. Dos brotes psicóticos, y un montón de historias que mejor no contar. 

A mi peor enemigo no le deseo una enfermedad mental. Tan solo le desearía un cambio de medicación. Con eso lo digo todo.

Este terapeuta me lo dijo: “Fernando, no eres un hijo deseado”.

Desde luego la sensación de rechazo, y la sensación de estar en modo supervivencia, es de toda la vida. Tal vez interiorizado, pero siempre ahí.

Cuando le pregunto a mi madre si me quiso tener, ella se pone a la defensiva, recula y dice “Si no hubiera querido tenerte, no hubiera hecho reposo”.

Eso son dos “no” seguidos, que no es que me satisfagan mucho. Pero por lo menos, a posteriori, mi madre sí decidió que me quedara.

Al final, lo que me resulta claro es que estoy vivo. 

Mi padre me da una lección de vida. Su ejemplo me sirve para pensar...

Que estoy mejor o peor, sí, pero me quedaría con la frase que me ha tocado cuando he llegado a esta familia. 

A este niño, lo sacamos adelante.

Joder, puede que yo lo haga mal muy a menudo. Pero lo estoy intentando. Eso tenerlo claro que lo estoy intentando.









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