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el conejo blanco



bienvenidos al país de las maravillas


FR 2-02-2018
23:06 Horas.

Todo parece formar parte de una planicie. Bienvenidos al desierto de lo real, clamaba la película. Sin embargo hay vidas que son como esa. 
Una gran planicie desértica y helada.
El viento corre barriendo todo alrededor. No hay grano de arena que no pulule bajo el influjo de ese viento, frío, seco. Los ojos se llenan de polvo. La nariz y la boca lo pueden resistir, pero cuando te das cuenta, los labios están agrietados.
La comisura de la boca, sangra.
Y las palabras, mierda, joder. Asoman a la mente. Si bien no estoy segura de si las debo pronunciar o no, para que no se meta ninguna partícula de ese polvo que se parece al azufre, por lo fino y amarillo.
El olor, es de armario cerrado. El aire seco hace que la humedad esté ausente de la garganta. Y carraspeo, claro que carraspeo. Pero no logro hacer nada más que irritar la escasa mucosa de las vías respiratorias.
Y miro. Pensaba que nunca encontraría nada allí. Pero a lo lejos parece adivinarse una luz, tal vez de una hoguera. Y eso promete. ¿Qué? ¿Calor? ¿Seguridad? ¿Compañía?
Esas palabras que resuenan en mi mente hacen que dirija los pasos hacia allí. Y pronto me apercibo que tardo mucho en llegar. Esa luz que titila, es algo que no parece cambiar. Siempre a la misma distancia
¿Cuánto llevo recorrido? Me siento mareada. Y tengo ganas de orinar. Pero aquí no hay nada. No hay nada en ninguna parte. Pienso que esa luz, tal vez sea de alguna estrella que roza el horizonte.
No parece haber atmósfera. No parece haber nada allí, salvo ese viento que azota la cara, cortando y agrietando. Y ningún lugar. No hay piedras. Ni ningún lugar de los que servirían normalmente.
Al final, me conformo y me bajo las bragas bajo la falda. Con el debido cuidado de no ensuciarme al caer el líquido. Tal vez esa orina sea todo lo caliente que haya en kilómetros a la redonda.
Hasta el alma se me ha congelado. Parece que no tengo pulso y me siento mareada. Cuando termino me recompongo la ropa. Compruebo la presión del cinturón, y miro a mi alrededor: Nada.
Incluso ese “lucero del alba”, o la estrella, o la hoguera, ya no están. Y me pregunto a dónde ha ido a parar todo. ¿Dónde ha ido a parar mi vida? Me siento vacía y seca. Y el frío me corta las manos.
Pienso que si puedo gritar, tal vez debería empezar a hacerlo. Pero no me va a oír nadie. ¡AAAAAhhhhhh! ¡AAAhhjjj!
La arena del ambiente se mete en la garganta. Y no me siento mejor por chillar. Pero mejor desahogarse, antes que seguir soportando esta tensión. Me siento enferma y vacía. Y hace tiempo que no como ni bebo nada.
Deshidratación. Hace rato que tengo los labios cortados. Pero en este “lugar”, todo se seca. No hay plantas, ni rocas grandes. Solamente pequeños guijarros que parecen ser llevados por el viento.
Produciendo ese fino polvo que lo corta todo llevado por las ráfagas de viento. Y ni siquiera son ráfagas. Hay algunos cambios de dirección, pero son, como para putear.
Me sentaría, pero no tiene sentido. Al despertar no sabría orientarme. ¿Con qué luz cuento? Esa hoguera del horizonte no está.
Y alrededor. Nada. Una luz difusa.
Parece que los puntos cardinales se tuviesen que adivinar, sin ninguna precisión. No hay puntos de referencia. El aire. No siento el aire.
La mirada se me oscurece.
Por un momento echo de menos que una ráfaga de aire me corte la cara. Mis ojos parecen cerrarse. Y así es. Caigo al suelo. El golpe es fuerte. Mi cabeza siente el frío entumecimiento donde ha chocado contra el suelo.
Nada, después de un golpe seco. La oscuridad cubre mis párpados. Y un sopor me embarga. Me viene el sueño. Espero que sea por lo menos reparador, pero eso es esperar demasiado de este lugar.

Tuve que abrir los ojos para cerciorarme que allí había gente.
Una pareja, un hombre y una mujer. Discutían entre ellos.
Me duele la cabeza. Y soy incapaz de hablar. La garganta. Tengo la garganta partida. Es un dolor sordo que corta la respiración. Apenas puedo llevar aire a los pulmones. Parece que a mis oídos me llegaba un gorgoteo lejano, cada vez que consigo un pedazo de aire seco.
Ahora el aire que entraba en mis pulmones es salado. Y tiene un toque metálico. Sangre boca y garganta. Y la nariz, taponada. Apenas soy capaz de moverme. Y aquellos dos, hablaban. Pero no parecen advertir que mi conciencia pugna por regresar y trato de llegar hasta ellos.
Mientras la ignoraban miserablemente.
Tal vez se fuesen, dejándola allí. Abandonada a sus propios y escasos medios.

SA 3-02-2018
19:23 Horas.

Escuchaba atenta. El hilo de conversación de la pareja se hacía más audible, al parecer había estado echada detrás de un saco de arpillera, a medias tapada.
No me dieron la vuelta ni me examinaron. Se me heló la sangre porque no podía hablar o comunicarme. 
     Parecía que estos no reparaban en mí, porque su conversación era de lo más trivial.
Hablaban de sus cosas, cosas cotidianas. En nada parecían darse cuenta que tenían mi cuerpo allí. Y yo no podía hacer notar mi presencia.
Tengo el cuerpo entumecido y paralizado. Puedo mover los ojos, trato de parpadear, pero aunque puedo mover los ojos y parpadeo fuerte, me siento imbécil. No reparan en mí.
Ciertamente me siento como una muñeca de las que se quedan sin pilas, y son abandonadas. Allí, en medio de la planicie, helada y barrida por el viento, siento que ese es mi lugar.
Dispuesta a ser dejada.
Tienen unos patines para desplazarse. El suelo helado, tan duro. Tal vez así recorren grandes distancias. Por Dios, ¿De dónde sale esta gente? Una pareja que está dispuesta a dejarla allí, sola y a la intemperie.
Lo que más rabia me da es que no hablan de mi. No hablan de mi para nada. Preparan los arreos de un trineo que llevan entre los dos. Pero para nada me tienen en cuenta.
El ambiente alrededor es festivo, en cierto modo. Se preparan para algo. Espero que no sea para la cena, y que yo sea el plato fuerte. Pero me consuelo con que de ese modo, sería el punto de atención. Pero no es así. Tampoco gano nada pensando en esas cosas.
La realidad es peor si cabe. Parecía que no tenían prisa y pese a que bromeaban entre ellos, no reparaban en que su situación era, empezaba a ser grotesca. Ignoraban que estaba allí.
Le hubiese gustado irse. Poder hacer un viaje astral y evadirse. Pero tenía que presenciar cómo la ignoraban. Pasaban de ella. Era no existir. Ni siquiera tenían la decencia de tropezar al pasar junto a ella.
Era un bulto, un bulto inútil. Porque parecía que allí estaban juntando algo de ropa, para irse. O tal vez tan solo se lo estaban pensando. No sabía qué iba a pasar. Era confuso.
Solamente sabía que estaba sola. Tenía hambre. Pero peor que el hambre era esa sensación, de que no contaba. Podía haber sido un alienígena. Salida de otro planeta, y ser ignorada.
Por lo menos, un extraterrestre llamaría la atención. Tal vez una piedra podría tener un uso. Aunque fuese para sentarse o para apoyarse. Pero estaba allí tirada y nadie hacía referencia a que existiese.
Me pregunté si realmente estaba allí. Mi cuerpo estaba entumecido, pero no tanto. Sabía que estaba allí.
Escucho un rascar del suelo. Se marchan. Ella golpeó con el puño, en el hombro del chico. Estaban de broma. Y se marchaban. Incluso parecían felices, hablando entre ellos de tonterías. Ni siquiera parecía que dejarla allí... ¿Sabían que estaba allí?
Los esquís, se fueron marchando, dos pares. Rascando el suelo helado.
Tras de sí dejaron mi cuerpo. Pero ni siquiera parece que eso significara nada, para nadie.
Tan solo sentía un dolor sordo. Y la rabia de saberme sola.
Pensaba que sería muy humano llorar, de rabia o de pena.
Pero sin embargo siento que mi corazón es como aquella llanura.
Seco y helado. Parece una piedra negra.
Me pesa el pecho.
Pero ya no importaba. Para nada.
        Con uno de mis ojos, sobre el suelo, todavía puedo ver el cielo.
        Es un cielo azul, frío, seco. Sin nubes.
















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