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el conocimiento silencioso de los chamanes toltecas.


LOS CUATRO ACUERDOS

Un libro de sabiduría tolteca

Hay una razón para adentrarse en el camino espiritual y descubrir que la enfermedad y el sufrimiento son algo que existe, sin más solución que aceptar una simple guía.
Un modo de vida que el Dr. Miguel Ruíz nos cuenta de forma muy clara y sencilla en su libro "Los Cuatro Acuerdos".
Un libro de sabiduría tolteca.


Domingo 20-01-2019
20:27 Horas.

“Si vemos a un niño de dos o tres años, o quizá de cuatro, descubrimos a un ser humano libre. ¿Por qué lo es? Porque hace lo que quiere hacer. El ser humano es completamente salvaje, igual que una flor, un árbol o un animal que no ha sido domesticado: ¡salvaje! Y si observamos a estos seres humanos de dos años de edad, descubrimos que la mayor parte del tiempo sonríen y se divierten. Exploran el mundo. No les da miedo jugar. Sienten miedo cuando se hacen daño, cuando tienen hambre y cuando algunas de sus necesidades no se ven satisfechas; pero no les preocupa el pasado, no les importa el futuro y sólo viven en el momento presente.
Los niños muy pequeños no tienen miedo de expresar lo que sienten. Son tan afectuosos que, si perciben amor, se funden en él. No les da miedo el amor. Esta es la descripción de un ser humano normal. De niños, no le tenemos miedo al futuro no nos avergonzamos del pasado. Nuestra tendencia natural es disfrutar de la vida, jugar, explorar, ser felices y amar.”
- Dr. Miguel Ruíz. “Los cuatro acuerdos”. Ed. URANO.

Lee esto:

Podemos rebelarnos y decir: “¡No!”.
“Podemos declarar una guerra contra el parásito, contra el Juez y la Víctima, una guerra por nuestra independencia, por el derecho de utilizar nuestra propia mente y nuestro propio cerebro.”


- Dr. Miguel Ruíz. “Los cuatro acuerdos”. Ed. URANO.
“Por este motivo, quienes siguen las tradiciones chamánicas de América, desde Canadá hasta Argentina, se llaman a sí mismos guerreros, porque están en guerra contra el parásito de la mente. Esto es lo que significa en verdad ser un guerrero. El guerrero es el que se rebela contra la invasión del parásito. Se rebela y le declara la guerra. Pero eso no quiere decir que siempre se gane; quizá ganemos o quizá perdamos, pero siempre hacemos lo máximo que podemos, y al menos tenemos la oportunidad de recuperar nuestra libertad. Elegir este camino nos da, como mínimo, la dignidad de la rebelión y nos asegura que no seremos la víctima desvalida de nuestras caprichosas emociones o de las emociones venenosas de los demás. Incluso aunque sucumbamos ante el enemigo -el parásito-, no estaremos entre las víctimas que no se defienden.”


Hace mucho tiempo que leí los libros de un antropólogo de nombre Carlos Castaneda.
Este hombre se adentró en el mundo de los chamanes. Tenía un maestro de un saber chamánico que practicaba la brujería. Si bien en ocasiones decía ser “un hombre de conocimiento”.
Un brujo no tiene que ser hombre de conocimiento. Pero un hombre de conocimiento puede convertirse en brujo, con solo proponérselo.
Porque un hombre de conocimiento sabe.
El maestro de Carlos Castaneda era hombre de conocimiento y se llamaba don Juan.
El propio maestro de don Juan, no llegó a ser hombre de conocimiento.
En el caso del maestro de don Juan, su logro supremo fue, ser guerrero.
Para ser hombre de conocimiento don Juan empleaba una serie de técnicas que facilitaban el “ver”.
Una vez que un hombre tiene la habilidad de “ver”, sabe que no hay diferencia entre una cosa y cualquier otra cosa.
Entonces tiene que parar el mundo.
Parar el mundo puede resultar aterrador. Nada importa más que cualquier otra cosa. Muchos chamanes tal vez llegados a este punto tan solo se dejan morir.
Ya que no tienen un verdadero motivo ni existe ninguna diferencia entre nada de lo que sea que puedan hacer. No importa. Deja de importar. No hay diferencia.
A veces es preferible el ser tan solo un brujo, y desarrollar el ánimo del guerrero.
Pero saber que el enemigo no está afuera y saber que el verdadero enemigo es un ser, muy concreto. El parásito. Saber que existe, tal vez es de una lógica tan obvia que no puede más que ser pasada por alto.
No hay nada más importante que saber esto. Y de tan importante que es, evidentemente, no se le concede ninguna importancia.
El parásito existe. Es real y concreto.
¿Qué sentido tiene el que nos adentremos en el camino del conocimiento?
Saber que el sufrimiento y el dolor existen. Adentrarse en el camino espiritual para saber que no existe solución ni posible liberación del dolor.
Solamente hay una salida, y es “parar el mundo”.
Suspender todo juicio. Ahí el parásito no puede nutrirse.
La Luna no tiene alimento que le podamos proporcionar. (La referencia a la luna es mía. Los chamanes creo que hacen referencia al don del águila. Tendría que revisar estos escritos).
Una vez que se para el mundo, se es hombre de conocimiento. Y se sabe que no importa. Y se es libre. Pero también se pierde el deseo de cambiar algo que de hecho es tal como debe ser.
Hay una razón profunda en aceptar que la realidad es tal como es, y que sea lo que sea que suceda ya es perfecto en sí mismo.
Tal vez ahonde en eso en otro escrito.
O tal vez no.
        Esa es una historia que tal vez deba ser contada en otra ocasión.
Yo diría que es más juicioso el desarrollar el ánimo del guerrero.
Templar el propio ser en una lucha a vida o muerte, contra este ser, que es tan concreto y evidente, que obviamos su misma existencia.
El parásito.
Tal vez logremos ser hombres de conocimiento o no lo logremos. Eso no está en nuestras manos. Eso depende de otras cosas. Tal vez no sea dado que lo logremos. Pero ser guerrero, afrontar los cuatro enemigos naturales del hombre (Castaneda). Es suficiente.
Tomar como propios los Cuatro Acuerdos (Dr. Miguel Ruiz) son una herramienta útil. Tal vez la más eficaz posible para afrontar el hecho incuestionable de la existencia del parásito.
Recuerda que el libro está publicado en Ed. URANO.



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