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ACOSO. Texto compartido en facebook.

Faro de sabiduría. Escrito por un burro.


El acoso existe y no es cosa de niños. Pero lo normal es, tal vez, hacer como que no. Y mirar a un lado. Toda la vida se ha hecho así. Se mira a un lado y se deja que todo siga el curso normal que durante toda la vida ha funcionado.
Pero no son los mismos tiempos. Los niños de hoy siguen siendo niños. Es cierto que siguen siendo niños. Y son tan vulnerables como lo han sido los niños toda la vida.
Pero la sociedad ha cambiado ¿Hasta qué punto podemos hacer nada? ¿A quién corresponde devolver el orden a un sistema en continuo cambio?
Hoy en día los medios de información pueden hacer que la vida de una persona, ya sea un niño o cualquier otra persona, sufran. Y los de alrededor no pueden saber que suceda nada.
Pero sucede.
Tenemos que ayudar a ese niño. Pero el niño tiene que tener ese punto de tener un adulto en el que confiar. Si nos diese igual no haríamos caso a las señales que vemos en la conducta del niño.
En algunos casos los niños presentan síntomas claros, como los maltratos, que son atendidos tal vez en un centro de salud, y derivados a servicios sociales.
Pero hay niños que deciden no hablar. No decir nada. Sé lo que es disimular las emociones, en primera persona. Tal vez no he sufrido de maltrato pero sé que muchos niños prefieren callar.
Tal vez intentan engañarse a ellos mismos. O en su familia no tienen un lugar donde comnpartir que sucede algo que no está bien.
Suelen ser niños con una cierta sensibilidad.
Esos casos en los que el niño no quiere hablar son los más difíciles.
Se necesita tener mucha confianza, y pese a la negativa a compartir, preguntarnos ¿Cuánto tiempo durará el acoso?
Tal vez después de pasar de un curso a otro cambien las cosas.
Pero la cuestión detrás de todo es to es que no hay garantías de nada en absoluto.
Los niños tienen que saber a qué atenerse en una sociedad como la actual, en cambio constante.
Yo ya tengo una edad y he recibido terapia floral. Hay veces en que una simple administración de "Agrimony", tal vez "leche de gallina", sirvan para devolver la confianza a un niño que por su caracter no habla de lo que sucede en la escuela.





Miércoles 16-01-2019
22:42 Horas.

He compartido en facebook un pequeño escrito, sin pretensión de entrar en detalles.
Sé lo que es tener una infancia en la que sucede algo y no se puede contar a nadie. Más que nada porque uno mismo no puede definir qué es esa cosa que falta, que hace que parezca que... falta algo.
Nunca supe qué cosa faltaba.
Es decir, hasta que no enfermé y muchos años después no he encontrado una aproximación a “una causa real” que dé una explicación a un sufrimiento.
Vivimos y sufrimos. Es Ley. Es la vida. Y es un punto necesario para el aprendizaje el utilizar las piedras del camino para, avanzar.

Mi enfermedad tal vez se remonte más allá de mi vida. Puedo imaginar que a alguno de mis ancestros.
Como aquellos ancestros no viven ya, no tiene mucho sentido hablar de ellos. Y si viviesen, sería una tontería mayor contar un cuento cuya interpretación, soy yo el que da esa interpretación.
La explicación es justo por mero sentido común. Mis hermanos y yo, tenemos los mismos ancestros. Y las historias de nuestros mayores debería ser la misma. Pero cada uno de mis hermanos y yo hemos dado una interpretación diferente a unos mismos hechos.
Honrar a nuestros padres es necesario. Pero indagar es cosa de cada uno. Y si existe una historia, un cuento, un sueño, algo que resuene... tal vez ese cuento o historia nos diga algo.
Pero mi cuento es para dormir yo.
Y mi cuento es para despertar yo... si es que es dado que algún día despierte. Cosa que no va a suceder. Voy a dormir mucho y bien.


LA HISTORIA DEL BURRO


De mis ancestros podría contar una historia. Pero creo que lo que voy a hacer es contar la historia de un burro.
Yo tenía alrededor de dieciséis años y sufría. Mi afectividad era un tanto diferente, en virtud a que la luna se había metido en mi corazón, y miraba a mi alrededor y solamente sabía una cosa.
Yo nunca tendría pareja.
Nunca tendría una mujer.
Cualquier idiota que haya tomado la esencia floral “Larch”, sabe que para conseguir cualquier meta en la vida hay que adentrarse en terrenos salvajes y desconocidos.
“Larch” era mi problema.
Tal vez por la razón que fuera no había en mi familia lugar para los sentimientos que albergaba. De hecho tuve que fingir.
Fingir ante mí mismo.
Ya luego fingir ante los demás era inevitable. Y pese a la constante sensación de un fuerte “agrimony” que no podía afrontar, ya a los quince y dieciséis años. Simplemente me sequé.
Tal vez a los catorce tomé una mala decisión. Siendo mi propio padre Presidente de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Victoria... supongo que tenía que haberme guiado, por lo menos, una “Star of Bethlehem”.
Pero no fue así.
No tuve guía ninguna. Y la sensación de agrimony continuó.
Y saber que Larch todavía está presente en mi vida, no es algo que sea por casualidad. Ya a estas alturas, no creo en las casualidades.

Si un maestro me dijese que hiciese determinadas cosas, con el fin de no poder ser manipulado... en los términos en los que un gran maestro puede guiar a un burro. Con una vara por un lado y por otro con una zanahoria...
El maestro debería saber ya que nada sucede por casualidad.
No se puede convertir a un burro en algo distinto a un burro.
Y es de asnos pretenderlo.

Hice lo que cualquiera en su sano juicio hubiera hecho. Tomé la opción que “de fábrica” me era dada.
Ahora sé que un burro no puede dejar de ser un burro. Pero un asno, tal vez por tozudo, consiga algo.

Yo detuve el proceso. Me quedé en medio.

Mi enfermedad era algo relacionado con Larch.
Y el maestro en su tozudez de asno, me conducía a más Larch.
Yo ya tengo bastante claro que esto no es casualidad. Tal vez lo desarrolle en otro escrito.
O tal vez no.
Pero si lo que quiero es una determinada cosa, o voy en el sentido que me dicen. O bien, voy en el contrario.
Todo sea que los palos me vengan de un lado, o que tal vez la zanahoria me la den por el otro.
Sea como sea, no creo en las casualidades.
Y lo paré.

Ya no hay aprendizaje posible.
Si algo sé ahora es que para aprender, lo que cuenta es mantener una tensión adecuada.
Si hay miedo, está bien.
Si hay rechazo, está bien.
Si hay remordimiento, está bien.

Sea lo que sea que se presente, está bien.
¿Pero cómo se llega a esa comprensión?
Nadie lo sabe.
Mantener una tensión es beneficioso.
No se llega a ningún lado en concreto. Pero incluso no llegar a ningún lado, si estás vivo, está bien.

La vida, va de vivir.
CN debió quedarse a cuadros cuando fui caminando por mi propio pie y le dije lo que veía.
Por eso yo ya no me llamo el navegante. Ahora me llamo a mí mismo, el que camina.

Tan solo tenía un punto de curiosidad.
Solamente se necesita un motivo. No hace falta que sea grande ni pequeño. Tan solo, tal vez una receta muy pequeña nos sirva.
Una pequeña cantidad de emoción. En mi caso fue el tener un punto de curiosidad, y caminé en la oscuridad.
Después de todo no se puede estar empanado y en babia, y tener a un maestro venerable, y no querer preguntar ¿Qué es esto que me sucede?
¿Qué sucedía? Pues que estaba “pa allá”.
Tan solo se trataba de eso.

Me dijiste que ningún copo de nieve perfecto, caía por casualidad.
Y yo te digo que no puedes fabricarte un burro a tu medida.
Si acaso, procura no ser tan tozudo, y comprende.

Yo no te puedo dar ninguna respuesta.
Yo detuve el proceso. Yo detuve el aprendizaje.
Ya no puede haber aprendizaje para mí.

Mi problema era Larch. Y precisamente era Larch, la solución que me ofreciste.
Del modo que sea. Es Larch lo que tengo.

En cierto sentido, comprendo que es así como debe ser.
Un copo de nieve perfecto, no cae por casualidad.
En mi caso, se trata de que ahora o lo tengo todo, o simplemente no tengo nada.
Y muy bueno tendría que ser el asno del maestro para llevar a cuestas a semejante espécimen de mula por esos caminos de Dios.
Pero de los caminos de Dios ya se ocupa Él, que nosotros tan solo tenemos que ocuparnos de una cosa.
Y es de una comprensión.
La comprensión de algo que no se puede enseñar.

Yo estoy fragmentado. Es simple.
Eso es así.
Lo acepto.

Ahora acepta que tus primeras directrices, no tienen nada que ver con que haya que dar un salto.
No hay salto que dar ni nada que hacer. Tan solo tienes que comprender.
Nadie te puede decir cómo comprender. Nadie te puede dar una receta.

O tal vez la realidad es peor, porque todos querrán darte “su” receta.
Eso es un verdadero tormento, porque que un médico te de un papel y te diga “tómate esto”... y ni siquiera sabe qué te pasa. Pues como para decirle al médico que se meta la receta por el culo.

Así que no creo que haya que dar un salto de fe. Ni hacer nada especial.
Yo tan solo sé que no te puedo guiar. Pero eres un asno simpático. Se ve que eres buena persona. Un buen y honrado padre de familia.
Si quieres ya hablamos. Pero yo te diría que mi receta es esta.
Mi receta, para ti:

“Sé fiel a ti mismo”.
Si crees en tu Dios, Él no creo que quiera que sufras innecesariamente. Creo que Él quiere que te conozcas.
No tienes que hacer nada. No tienes que seguir a nada ni a nadie.
Tómate un año sabático, un año de vacaciones. Eso no será suficiente, pero sentará un precedente. Le dirá a tu subconsciente que estás dispuesto a parar.
Trabajas mucho. Tienes una gran fuerza de voluntad.
Pero eso es algo que trabaja contra ti.

Es como dejar de fumar. Un fumador tiene una gran fuerza de voluntad.
Un fumador sería capaz de cruzar el Canal de la Mancha a nado, si supiese que está sin tabaco y nadando pudiese alcanzar el próximo cigarro en la otra orilla.

Es evidente que para el fumador el problema no es la falta de voluntad. Se necesita mucha fuerza de voluntad para meterse todo ese aire contaminado en los pulmones día tras día.
La receta para el fumador, sería:

“Comprende”.
Comprende que el tabaco no es perjudicial. Tal vez sí, tal vez no. Pero eso es cosa del médico.
Lo que debe comprender es que el tabaco en sí no es malo.
La comprensión viene cuando sabes que el tabaco, no tiene nada que ofrecerte.
Parece que sí que pierdes algo cuando “dejas” de fumar.
Pero si eres más astuto que un médico, verás que las personas que no fuman, no sufren el mono del fumador.

Los médicos sin embargo, son crueles. Te recetan un sustituto a base de nicotina.
Los médicos tratan de ayudar, pero lo que hacen es contribuir a que seas adicto a la nicotina
Pero solo la comprensión de que “eso” que te da, no te aporta nada, la comprensión en sí, es lo que puede llevarte a lo que ya eres.
Un no fumador, por derecho de nacimiento.

Creo que con estos ejemplos hasta un asno se podría poner a pensar durante un año.
Vete a ver el mar. Tira la caña. Y contempla paciente cómo Dios hace elevar y descender la marea del océano.
Dios quiere que te conozcas a ti mismo. No quiere que hagas algo que te perjudique. Sino que te rindas de una vez.
El tabaco no tiene nada que darte. Y si fumas, lo que tienes que hacer es, antes que nada, deshacerte de cualquier sentimiento de culpabilidad.
Mi receta para mí:
“Me quedo en medio”.

No creo que yo llegue muy lejos ya. Pero si eso, saluda a tu esposa de mi parte. Es una gran mujer. Honrada. Y también sabia.













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