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el crecimiento

Sábado 28-01-2017
20:08 Horas.

llegarás hasta aquí. No más allá







Tengo ante mí un damero. 

          Un tablero lleno de casillas. De unos dimensiones de ocho por ocho. Toda la extensión de mi vida.

Y toda mi vida estuvo plagada de tensiones. Las tensiones no se ven pero se huelen. Se sienten, en el sentido más extenso.

La primera lección que Don Juan impartió a Castaneda, y que fue la señal de que sería posible un aprendizaje, fue la de encontrar el propio lugar de poder.

En la batalla, en la guerra, en brujería. Hay que saber cuál es el propio sitio, el más favorable.

Esa lección la aprendí muy pronto. Conozco muy bien el espacio. Sé dónde ubicar mis piezas, conozco todas las casillas del damero.

¿Es eso una fortaleza? ¿Puede resultar en ser una debilidad? Ahora mismo, creo que podría ser un obstáculo al aprendizaje.

Sé qué lugar ocupar para no correr peligro. Pero para crecer, es necesario que se acumule una cierta cantidad de tensión.

Ya Claudio Naranjo, en nuestro segundo encuentro, puso su ojo en mi interior y miró. Yo no pude evitar sentir esa tensión... ¡Y la desvié!

Claudio se alejó presuroso. Y ese mismo fin de semana yo ya había evitado el enfrentarme al desnudo en el fragor del combate.

Es como estar en una batalla y no correr peligro. No hay honor.

¿Cómo crecer en esas condiciones?

A día de hoy, en unas condiciones ordinarias, puedo ponerme a fregar los platos, y dejar de sentir el cuerpo. 

        Si se diese el caso de un trabajo con Gurdjieff, él recalcaría el recuerdo de “sí”. Pero yo no guardo tal recuerdo.

En mi vida la inconsciencia es la norma.

No hay tensión. No se acumula la tensión. Puede ser que merced a una buena enseñanza, haya tenido acceso a cierta luz.

Pero estoy rodeado de odio y oscuridad. Y no puedo acumular una tensión, una tensión que se pueda acumular ¡y que haya una liberación!

Tengo toda la convicción de que la enseñanza ha terminado.

Y que yo no puedo ir más allá de este punto. 

         Tal vez haya hecho todo para tener que quedarme aquí. Y la única alternativa posible, sea la locura.

No es que me disguste todo esto. Creo que siempre he sabido que yo tan solo sería un Navegante. Dividido. Eternamente dividido.

Navegando entre dos aguas.







        Sin tener una vida de veras. Más bien, una eterna mentira. Y odio saber que yo soy esa mentira.

























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