Ir al contenido principal

el muro

Sábado 28-01-2017
14:31 Horas.

el muro


no quiero saber nada de nada ni de nadie







No sé dónde estoy, no sé quién soy ni a dónde voy. 

      Sé que estoy vivo. No tengo muy claro nada y  me muevo por pura inercia.

Mi vida no tiene fuerza.

Es jodido.

No quiero nada de nada ni de nadie.

Ese pensamiento ha regido mi vida durante mucho tiempo.

Ahora ha quedado obsoleto. Tengo que buscarme la vida y pensar algo. Algo distinto. 

      Tal vez la propia desesperación de existir, sea motivo suficiente como para impulsarme a ¡vivir!


        No se trata de depresión, ni de ninguno de esos síntomas. Es más bien un programa existencial.

No quiero nada de nada  ni de nadie. Es decir. Esa ha sido la norma.

Y he pensado en esta vida, tantas cosas. Me vienen a la mente imágenes de remansos de paz, en las que yo estaba en otro lugar. En vez de estar aquí.





Creo que esa ha sido la norma. el querer estar en otro lado. El paraíso. Pensar en un mundo perfecto, en que todo fuera más fácil. 

        Pero nunca llegó.

Un lugar donde todo fuera más fácil. Tal vez un lugar de escapada, fuera de este mundo. Un viaje interdimensional. 

       Una fuga.

        Viaje astral o chamánico. Lo que fuese. Para no tener que vivir en esta densidad. Este aire que se mete en los pulmones y se aspira con dificultad.

Tantas leyes, tantas normas. Nada que ver con el absoluto. Nada que ver con el mundo perfecto de las ideas de Platón. 

       Nada que ver con las matemáticas. Ira. El encarnar en este mundo tan solo puede desencadenar ira o miedo.

Normal que nos matemos entre nosotros. 






      Siento hermanos, en un mundo de consciencia. El ser que más ha evolucionado en el culmen de la cadena alimenticia. 

        Ahora nos morimos ahogados por nuestra propia basura.

Aunque estamos a tiempo. Está el primer mundo. Como si el mundo tuviese fronteras que mantener y eso fuera “racional”. 

      Pero no lo es. El mundo no tiene nada de racional. Ni tiene fronteras. Se levantan muros, sí. Pero los muros caen.

Y no pueden contener nada. La pobreza, no se puede dejar a un lado del muro. 

       La gente sigue viviendo y muriendo. Y un muro no puede parar eso. La vida y la muerte.







Que nuestros hijos se pasen la juventud, montados en helicópteros virtuales, a golpe de mando del juego de moda... 

       ¿No es un nuevo modo de mantenernos obedientes?

Tal se nos pida que un día mandemos a nuestros hijos a subir a un helicóptero. 

       Esta vez, uno de hierro. 

   Y desde allí diezmar al enemigo. Hermanos en la conciencia de este planeta. 

       Cuyo mayor falta sea haber nacido al otro lado de ese muro que una vez se construyo.

Y nuestro hijos apretarán el gatillo. Asesinos de hombres, en nombre de la paz.





         Matando en nombre de nuestra madre.





Comentarios