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el contrato con la enfermedad


SA 30-12-2017
13:24 Horas.

Estos días, mis hermanos Miguel y Cristina, se atrevieron a contar acerca de dejar aflorar sus sentimientos al llegar a una terapia.
Supongo que si se atrevieron a hablar de sentimientos es que ya los tenían procesados y que dentro de un orden los habían asimilado, porque podían verbalizarlos.
Yo conté un antiguo cuento de miedo. Iba puntualmente a acupuntura y de camino me dio un ataque de ansiedad. La historia es que terminé con agujas en la planta de los pies.
En realidad es una tontería porque el final fue feliz. Había un terapeuta que me recibió y me trató el ataque de ansiedad. Fui atendido y ese momento pasó.
Pero ataques de ansiedad me han dado varios cientos en mi vida. De esos que lo que se siente es mucho miedo y no recibes ayuda.
Si en mi familia tenemos que hablar de sentimientos y cosas que nos han pasado, está bien. Es bueno.
El primer psiquiatra que tuve se desentendió de mi ansiedad y esa historia deberá ser contada en otra ocasión...


Ahora mismo que no me hablen de dolor.
Desde el cinco de febrero de este año 2017 en el que todavía estamos estoy recibiendo hostias y me estoy enterando.
A raíz de una conversación con mi madre, acerca de cómo fue mi gestación y su decisión de llevar adelante el embarazo, ella decidió hacer reposo... para tenerme. Significó que a nivel afectivo aflorara en mí una afectividad sin precedentes.
Las primeras semanas las sensaciones y sentimientos fueron muy fuertes. 

Todavía hoy cada día recuerdo algo y le encuentro una explicación y un sentido a algo que no lo tuvo nunca...
Una enfermedad mental no es del tipo “hongos en los pies” que los “pillas” si no llevas sandalias en las duchas del gimnasio. 
Nadie quiere meterse en enfermedad mental, es algo que cada uno debe mirarse.
La medicina actual ofrece sedación.
Es decir, en enfermedad mental a lo único que puede llegar un psiquiatra es a sedar mejor o peor.
Yo he tenido un buen psiquiatra y a lo que llegamos es a acuerdos sobre la marcha. Vemos si voy más o menos sedado.
Es un trabajo de equipo entre médico y paciente que no cura nada.

La enfermedad mental es algo más estructural. Llevo tratando de resolver lo que me pasa bastantes años. 
Desde “un punto de vista” no era posible resolver una situación más que con esta enfermedad mental.
La enfermedad mental no es la enfermedad, fue la solución a una situación.
Si me crié entre hombres, y he sido educado como hombre, pero yo tenía alguna otra afectividad... mis padres hicieron lo que pudieron con lo que tenían.
En cierto sentido lo hicieron muy bien. Me llevaron a colegios de salesianos.
Y fue un acierto porque me permitió el respiro de unos años, para madurar, antes de ver que ahí debajo estaba sucio.
Sí, bajo la alfombra había que hacer limpieza. Me vino de golpe y me rompí.

He sido educado como hombre y he vivido como hombre, salvo en soledad.

El caso es que viví sin admitir que era posible aceptar otras formas de afectividad y de relacionarme.
Me mentí a mí mismo y crecí lleno de prejuicios.
“Yo soy mejor que tú”.
“Mi familia es mejor que la tuya”.
“Nosotros..., vosotros”.
Sostuve la mentira todo lo que pude y cuando me enfermé tuve una depresión fortísima.
Pero justo antes perdí la vista. Tuve que ponerme gafas. Simplemente no podía ver lo que me pasaba.
Sí que recuerdo que a los quince años o dieciséis yo quería tener novia. Pero tenía la certeza de que no podía ser así. Los doce años, los catorce, los dieciséis. Fueron muy duros.
Pero para la enfermedad todavía tendrían que pasar dos o tres años para empezar a oler el grato aroma que percibe el que la tiene debajo.

La sedación es justamente la alfombra bajo la cual se acumula toda la mierda. A corto plazo nos viene bien porque hay visita y no hay tiempo más que de ocultar la roña bajo la alfombra.
Pero la sedación que ofrece la medicina, es crónica. La mierda sigue ahí.
Es de lógica. Cualquiera que tenga un doctorado en matemáticas lo puede entender. Es sencillo.
Si tienes un dolor y le pones pomada y el dolor se pasa, es bueno, y está bien. Pero si quitas esa pomada y el dolor sigue ahí, estás haciendo el tonto. 
Es decir, si las visitas se van de tu casa, y la mierda que has escondido bajo la alfombra sigue sin barrer... eres estúpido. Joder. 
Si estás en tu casa y no limpias, pues está sucio.

Puedo jurar que si me bajan la medicación, duele. Es decir, antes no sabía de dónde me venían las hostias. Pero tengo claro dónde está la mierda y de lo que se trata es de barrer.
Yo de suciedad sé un rato. Sé lo que es la mierda al mismo tiempo que admito que no sé nada de la vida y que apenas salgo de casa.
Pero la mierda empiezo a verla venir. He conseguido reducir mi medicación con terapia que he pagado de mi bolsillo, y buscada por mí, a dos pastillas.
Una de ellas es la pastilla normal de 5 mgrs. de valium. No me da vergüenza decirlo porque media población es adicta al valium. 
         Es “normal” en un sentido estadístico. 
Ser normal que esa pastilla esté tan extendida es una vergüenza, si te paras a pensarlo. 
          Lo normal sería poder dormir. Dormir es normal.

        Desde este febrero de 2017 he entrado en un proceso que es algo de lo que hay que hablar aquí.
Yo he trabajado casi desde hace diez años haciendo fotocopias en la universidad.
Los chicos ya nacen enseñados. A los de mi generación si nos pillaban hablando de masturbación, nos soltaban una torta y decían “malo”.
Yo sé lo que es que alguien venga a donde estoy, que ya estaba todo a flor de piel, y escuchar que grita a la gente de fuera de la reprografía:
- “¡No pasa nada! Solamente es un cambio de sexo”.
Eso me ha pasado. Y la verdad es que se agradece cuando se trata con normalidad.

Un ejemplo para explicarlo es, este verano, con la noche de San Juan. En la playa y con la hoguera encendida en plena noche.
A un lado van y se juntan los hombres a conversar. Y justo al otro lado de la hoguera se juntan las mujeres para hablar.
Yo miro a un lado y a otro y a donde voy es con las mujeres. 
        ¡No es vicio! Es que mi afectividad está más de ese lado. 
De hecho, me entra el pánico cuando una mujer parece que le noto cierto brillo en los ojos y se va acercando. ¡Me da pánico pensar que pretenda algo!

De niños lo primero que escuchamos en el colegio era "Los chicos con los chicos. Las chicas con las chicas".

Sé que no voy a ningún lado con nadie. Pero ya es hora de que salga a la calle. Tal vez del armario.
Pero no pienso tener pareja. He llegado a los cuarenta y seis y he sobrevivido a una enfermedad mental.
En la vida hay cosas que valen la pena y dos de ellas son el amor y la amistad.
Soy un cabrón, y bastante capullo. 
Lo he sido siempre.
Descubrir que mi afectividad es distinta no cambia las cosas.

Si tuviese que describir mi afectividad terminaría antes poniendo la ETIQUETA: “Afectividad inadecuada”. Tener una enfermedad mental me lo permitiría...

Pero eso es como no decir nada. 

        He sido educado como hombre pero no puedo llegar a nada con las mujeres.
El amor con una mujer me brota. Simplemente es inaceptable. ES COSA DE ENERGÍAS.
Pero es la amistad femenina la que siento que siempre he necesitado y me llena.
Que me guste la amistad femenina y que me den miedo al mismo tiempo es una frontera que se mueve mucho.

Ahora tengo una nueva forma de sentir. Puedo relacionarme desde un lugar, un modo de sentirme, que soy más yo mismo. Desde un sentimiento un tanto femenino. 
        A los cuarenta y seis no voy a salir corriendo detrás de ningún hombre.
Pero ya me toca tener claro que por mucho que mire a las otras mujeres y lo guapas que van, con las mujeres no voy a tener una relación más que de amistad. Me da miedo el amor con ellas, a la vez que siento que en cierto sentido tengo una afinidad.

En todo este proceso encontré que podía hablar con mi médico de cabecera y mi psiquiatra.
Tuve ese apoyo.
También tuve el apoyo de la psicóloga de la empresa que le pedí trabajar en Alicante. Tengo que llenar la nevera y pagar la hipoteca como todo el mundo.

Este verano, tuve que aclararme de tal forma que yo mismo me sintiera con la coherencia para hablar con la psicóloga de la empresa, y al mismo tiempo por medio del whatsapp, les iba contando a los compañeros de colegio que yo era marica y lo que sentía.
Y tuve que hacerlo de modo que lo comprendiesen y no me mandaran a la mierda.

Ahora toca adaptarse a un horario de mañana, que nunca en mi vida había tenido un horario a primera hora. Y adaptarme a los nuevos compañeros, encargados y jefes.
También ellos tienen que adaptarse a mí, eso es mutuo.
Aparte de encontrarle sentido a mi afectividad, he tenido que meterme en una dinámica de grupo.
También a los encargados les toca preguntarse si soy carne o pescado.
Es posible que adaptarse sea difícil a veces. Espero tener suerte. Más que nada porque tengo que trabajar.

A nivel emocional, todo el miedo se deriva en catatonia. Todo el enfado por tener que afrontar lo que está surgiendo en mi vida, que trato de enterarme de qué va. Aparte de que yo tengo que saberlo y poder explicarlo a otras personas que sepan que me pasa algo.
Podía haberme brotado, y ir a parar al hospital y doblarme la medicación. Pero yo estoy continuamente procesando y valorando información y compartiéndola con los médicos y quien tenga que escucharme.

Un punto bueno es que tengo poco, pero por primera vez en mi vida, lo que tengo es mío. Y no me refiero a una casa o un trabajo. Que son algo externo a mí. Por primera vez en mi vida empiezo a sentir que sé quién soy.
No será fácil de explicar a otros. Pero puedo empezar a aceptar lo que siento. No me hace falta pasarme el día durmiendo o masturbarme para evadirme.
Hace cinco minutos estaba en el sofá y pensaba que me gustaría evadirme de alguna forma. ¿Hay alcohol? ¿Masturbación? ¿Comer en exceso? Podría recurrir a cualquier cosa con tal de no sentir. Curiosamente pasarme horas delante de la televisión no es algo que me sirva.
Toda la vida me he pegado chutes de terapia. Cualquier cosa, lo que fuese. Sonidos binaurales, megabrain. Cambios de medicación y no aceptar lo que fuese que estuviese pasando. Dormir más, masturbarme más. Comer más. Cualquier cosa que supusiese un exceso, excepto el estar aquí y estar conmigo.

Pero estoy en mi casa y estoy sólo y estoy escribiendo. Siento una insatisfacción que no hay ningún modo de evitar. Pero caigo en la cuenta que la opción es estar presente y meditar. 
La insatisfacción es algo que solamente la meditación puede calmar.

Me he pasado desde el verano hasta ahora con mi madre, llegando a mi casa y que ha tenido que llamar a una ambulancia para que me recogieran. Esto ha sido así en tres ocasiones por lo menos.
Yo diría que lo que estoy descubriendo sobre mí me da miedo y caigo en un estado de "tengo tanto miedo que de aquí no me muevo".

Cualquiera sabe que la reacción normal ante una situación de peligro es prepararse para el escape o la lucha.

Pero todos sabemos que hay animalitos que se quedan quietos y se esconden.
¿Alguien se ha encontrado con que la vida a veces da miedo?
Pues hacía muchos meses que por las articulaciones de mis piernas se paseaba el dolor. Los ingresos con catatonia, me quedaba acostado e inmóvil, iban acompañados de rodillas llenas de líquido que había que sacar.
Yo no sé mucho de medicina, pero si sé lo que sucede y cuándo está pasando.

Tengo ácido úrico. ¿Qué es eso?
Vas al médico y es algo que te tiene que tratar. Pero no te dice qué es. Puede decir que por lo general tiene que ver con la alimentación. Y una serie de vaguedades. ¿Sobrepeso? ¿Carne roja? ¿Marisco?

¿Por qué no hablamos de estilo de vida? Quiero decir, es más lógico pensar que justo en este momento, en que empiezo a entender cuál es el problema que hay detrás de mi enfermedad mental, pues aparece el ácido úrico.
Me había refugiado en la soledad, y ahora la soledad no me puede llevar más allá.

¿Qué hay ahora en mi vida?
Pues mire doctor. Un médico de familia a la antigua usanza preguntaría o se enteraría en una charla, de que mi afectividad ha cambiado.
Podría hablar de que ha habido una apertura en mi afectividad. Que he tenido que cambiar de puesto de trabajo para poder dar cabida a lo que surgía.
Es decir, la afectividad surgió y de forma muy repentina.
Desde hace años les digo a mi psiquiatra y a mi médico que tengo dificultad para hacer la compra. Tengo el dinero, tengo tiempo, pero emocionalmente toda la vida, desde muy niño me ha resultado problemático el tener que ir a un súper y hacer la compra.

 La dificultad de relación de alguien que tiene una enfermedad mental. 

Es difícil de explicar. Pero voy a intentarlo.
Toda mi vida. Toda. He sentido que caminar por la calle era una situación de tensión. Llegar a mi barrio era cuestión de encontrarme en situación de llegar a una zona de guerra.
No es ninguna broma.
Se puede disimular perfectamente. Pero si una persona no sale de casa, tal vez es porque en la calle siente miedo.
Tal vez el barrio resulte amenazador. No tiene que saberlo nadie, es así. Toda la vida ha sido así de angustiosa.

Yo diría que la combinación de cajera de sexo femenino, intercambio de dinero por provisiones para la supervivencia, el bullicio de la gente. Conversaciones alrededor. Una cola de la que no puedes salir.
No sé si me explico, es una situación que es inevitable y que es bastante propicia a que surjan neuras. ¿No nos resulta familiar que en la cola de un supermercado veamos a alguien raro o dando la nota?
Tal vez esa misma persona caminando por la calle no nos llamara la atención. 
Pero sí, la caja del supermercado es un lugar para que se de un "pase por caja" que es un tanto desquiciante.
Tienes que pasar por esa situación, sí o sí, si quieres comer.

El médico y el psiquiatra se levantan de hombros y saben que no me voy a morir de hambre. No hacen nada.
Yo sé que si hay pasta y arroz, se pueden hervir. Y que si solamente como una vez al día tampoco es que pase nada.
Eso es como todo, va a temporadas. Igual que la mierda que se acumula de no limpiar. De mierda, la casa no se cae.
Pero coño, aunque sea a empujones todos los días no son iguales y a veces he limpiado y a veces he hecho la compra.

Cualquiera que tenga dos dedos de frente sabrá que vivir sólo no es fácil. Aunque yo diga que me gusta la soledad.
Hace siete años que vivo sólo. Se supone que tengo una enfermedad mental. Duermo todo lo que puedo para no enterarme que vivo sólo. Tengo miedo de hacer la compra, hace años que no como fruta apenas, ni pescado fresco. 
     Suerte que cuando hago la compra traigo pescado congelado. A veces compro verdura y hago un hervido.

Pero ya con todo lo que está saliendo y lo fuerte que está resultando este año a nivel afectivo y emocional, lo poco que pudiese hacer, se va empobreciendo todavía más.

Un médico debería saber o tener en mente que un paciente, si tiene una enfermedad, pues será por algo.
Aquí hay todo un cuadro entero que habla de estilo de vida. 

Ácido úrico. Después de todos estos años con un estilo de vida que deja mucho que desear. Con unas dificultades para relacionarme, con mis vecinos, con mi barrio, con la gente con la que me pueda cruzar.

Basta que salga la causa que había bajo mi dificultad para relacionarme, mi afectividad, que es distinta de lo habitual.
Ahora toca empezar a salir. ¡Qué casualidad que ahora tengo ácido úrico!
Por narices resulta que tengo que cambiar de estilo de vida. 
He estado con un dolor agudo en las piernas. Que podía pasar de las rodillas a los pies.

Ahora me toca las piernas. El dolor en las piernas habla tanto de dificultad para tomar decisiones, la falta de humildad para aceptar las posturas de otros, como también un claro síntoma de que mi estilo de vida hay que cambiarlo.

También sé que los médicos lo único que pueden hacer es medicar de por vida.
Esa canción tiene una melodía que me sé. Los médicos no tienen ni idea de curar nada. Tan solo pueden aventurarse a tratar los síntomas.
Si volvemos a pensar como un doctorado en matemáticas nos resultará bastante lógico. Porque sabemos que si no tratamos esto de por vida, los síntomas van a volver.
Los síntomas volverían y lo harían con una mayor virulencia. 

PORQUE NADIE SABE CURAR LA GOTA. 

      Pueden bajar el nivel de ácido úrico, bajar la inflamación. Pero si dejan de hacerlo la enfermedad regresa.
No es que se corra el riesgo de que en algún momento se repitan episodios agudos. Es que la enfermedad nunca ha sido curada.

Los médicos no curan. Los médicos barren la suciedad bajo la alfombra y se contentan con firmar un contrato con la farmacéutica. El dinero circula. La mierda no se ve. Y los efectos secundarios se trata de que sean los menos posibles.


Si se curase la enfermedad, no haría falta la medicación. Así de sencillo.

        Si te das un golpe o te haces una herida, la herida cicatriza. Tu cuerpo tiene procesos que facilitan la autocuración.

         ¿Qué pasaría si te rompes un hueso y el médico te dijese que tienes que llevar tu pierna enyesada el resto de tu vida?


Lo que es extraño es que ningún médico me ha hecho ninguna pregunta que sea pertinente. Nada acerca de mi alimentación. Me han dicho varias palabras que se sabían de memoria y que repetían de forma rutinaria. Carne roja, marisco, sobrepeso... A ver.
Me están hablando de cosas que no tienen nada que ver con mi vida y no saben que me están pasando muchas otras.

Tal como van las cosas en esta sociedad está claro que el ácido úrico está relacionado con un estilo de vida. En mi vida está claro que es preciso un cambio. 
  
      Honradamente. En principio, nadie cambia de vida. Hay casos que sí y todos recordamos a alguien que de la noche a la mañana se dejó el tabaco y se hizo deportista.
Es una especie de leyenda urbana. Hoy en día tal vez sea posible. Un susto puede hacer que una conducta cambie.

Yo diría que el cambio tiene que venir más de dentro hacia afuera. Desde una comprensión.

Hombre si yo fuese un médico de tiempos antiguos, pues me preocuparía de la salud y la vida de mis pacientes.
Pero los médicos de hoy, sé que los hay buenos. Eso se nota. Te los encuentras, hablas con ellos.
Lo peor es que ellos si piensan un poco tienen que saberlo. Han perdido la esperanza, creo. La fe en el ser humano.
Ser médico debe ser muy buena profesión, porque escuchas a las personas y llegas a soluciones de compromiso. 

Yo creo que en el fondo debe ser difícil hacer un trabajo y saber, porque lo saben, que nadie se cura.
Pero es que la gente no tiene que curarse, para eso están los médicos. 
Se llega a una solución de compromiso consigo mismos. 
Aceptan que las personas son humanas y no pueden sanarse a sí mismos.
Aceptan que lo que pueden hacer es aliviar el dolor de esas mismas personas, sin curar su enfermedad, pero haciendo que se comprometan a tomarse una medicación de por vida.
Los médicos han perdido la fe.

No digo que los médicos sean malos. Pero el sistema funciona y está bien engrasado. Nos meten la receta y las medicaciones vitalicias se acumulan. Sirven hasta para orinar ¿Cómo orinar si no?

Tengo que agradecer algo.
Estoy tratando mi organismo con la medicación para la hiperuricemia. Lo que se supone que produce la gota. 
Yo considero que he tenido un ataque agudo. El dolor era terrible.
A cambio de tratar un caso agudo de gota, yo he me he comprometido a seguir un tratamiento crónico.
No considero que esto sea para nada adecuado. De hecho, debería ser considerado ilegal.
Pero estoy escribiendo esto desde un espacio que me ha proporcionado la medicación, con ausencia de síntomas.

En este texto quiero que consideremos que tanto en una enfermedad mental, con el exceso de ácido úrico, y en muchas enfermedades, la medicina no tiene ninguna capacidad para curar.
La medicina está tratando casos agudos de enfermedades, y los está convirtiendo en tratamientos crónicos.



Este miércoles fue una lección, no fue de medicina esta vez. Fue una lección de derecho. La cuestión se trataba total y únicamente de un aspecto legal.

Llegué al reumatólogo y el doctor no me miró en ningún momento. Dijo que tenía hiperuricemia. Que soltar un latinajo siempre funciona para decir que sucede algo y tienes que hacer lo que te digo. 
Después repitió más de dos veces que había que hacer las cosas bien.

Resulta curioso porque lo repitió con insistencia. A ver, capta el mensaje. Tienes dolor, no te ha dado nadie ninguna alternativa. Hace años que nadie te hace una pregunta pertinente acerca de si comes algún alimento fresco o haces deporte.
Evidentemente nadie me va a preguntar. Porque tengo una enfermedad mental, pero nadie va a ir a mi casa y asegurarse de que mi vida va bien.

Y a nadie le importa. Yo mismo me escudo ante mi propia irresponsabilidad, miedos y resentimiento. Y nadie va a complicarse.

Capta el mensaje. Tienes dolor, ninguna alternativa a corto plazo. Y si das el consentimiento, como médico puedo hacer que se te pase el dolor, pero no la enfermedad.
Es un contrato de por vida. 
De este modo todo el mundo gana dinero. El paciente carga con los efectos secundarios, y el ir acumulando enfermedades sin resolver.
Este día, yo llegué al traumatólogo con dos muletas y mala ostia porque tenía un caso agudo de gota. 
El doctor me informó “que había que hacer bien las cosas”. Se aseguró de que yo comprendía los términos del contrato. Una vez que se procede a iniciar el tratamiento éste es para toda la vida.
Esas palabras estaban escritas, lo tengo delante: “...Adenuric de 80 1 al día TODA SU VIDA.” -Fin de la cita. Quedan muy claros los términos.

No me miró en todo el tiempo que duró la consulta, salvo al final, para tener la completa certeza de que se cerraba el contrato:
- ¿Quiere que iniciemos el tratamiento?

Yo le dije que sí de forma verbal, o con un gesto. No importa. El médico lo puso por escrito.
Y yo salí por la puerta sin despedirme.
Pero esa es una historia que tendrá que ser contada en otra ocasión...

Estoy comprometido por contrato escrito o por acuerdo verbal con dos tratamientos de por vida.
Y ninguno de los dos curan la enfermedad. Simplemente si incumpliera el contrato y no tomara la medicación, reaparecería la enfermedad.
Por el simple hecho de que estas enfermedades nunca se van a curar.

Los médicos no curan. No pueden. 

      Y todavía puedo dar gracias que con el banco pude contratar una hipoteca, para pagar mi vivienda, en veinticinco años.










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