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el monstruoso arte de comer galletas



¿No os ha pasado que teníais algo delante y no lo veíais?


Pasé mucho tiempo sentado en el sillón de la abuela, tan solo pensando. No saqué nada en claro. Salvo por una pequeñez insignificante...
Cada vez que se me ocurría de forma fugaz, el querer ir a hacer, lo que sea que se me pasase por la cabeza hacer, al momento, surgían varias otras cosas.
Era la fragmentación.
No hay mucho que realmente podamos hacer. Cualquier cosa que nos propongamos, inevitablemente surgirá en una forma distinta.
A quien logra sus objetivos decimos que tiene determinación y fuerza de voluntad. Es posible que así sea. 
Tener voluntad yo diría que es como ese jugador de fútbol que en su mirada, y antes de haber lanzado una falta, ya ve el gol de hecho dentro de la red.
Y es gol. Ya lo había visto antes justo de lanzar. Y su mirada miraba a lo alto, como dejándolo a la voluntad de un poder mayor que él mismo.
La posibilidad de darle una patada a la pelota y que entrase, estaba allí. Ese jugador de fútbol en esa jugada hizo realidad esa posibilidad.
Le pagan un pastón por ello. En realidad, le pagan por meter goles.
Pero lo que hace no se trata de eso. Se trata de que los goles estaban allí, pero él los ve. Y los lleva a cabo. Mirad a los ojos de un jugador de fútbol, justo antes de lanzar. Un penalti, una falta.
Hay veces que se sabe. Tal vez en los jugadores realmente buenos. Se sabe antes de que hagan la jugada, que la realidad vibra a su alrededor, y que ejecutan la jugada.
Es la certeza
Cualquier jugador medianamente bueno puede dar una patada con la misma fuerza y precisión. Y sin embargo pocos lo pueden hacer.
Eso es realizar. Y no se debe a que tengan una gran condición física.
Creo que en los juegos de alta competición, como éste del fútbol, se puede observar.
Alguien que es posible que tenga esa magia, a mi entender, es Rafa Nadal. Yo no he seguido su trayectoria de cerca, ni de lejos. Salvo para sentirme orgulloso de que alguien logre ganar tantos torneos de tenis, no me considero seguidor de él.
Más que nada, porque aunque yo ahora estoy hablando de deporte, mi conocimiento o práctica deportivas son nulas.
Pero escuché una entrevista que le hicieron a su tío. Al tío de Rafa Nadal. Parece que cuando era niño, su tío le entrenaba.
Este hombre contaba historias. Y realmente decía que él no era entrenador de tenis o de fútbol, sino más bien, que era tan solo entrenador.
Entendamos lo que significa esto. Es magia.
No se trata de que se sepa mucho de un deporte y su parte técnica. Se trata de un arte, de un saber hacer que pocos logran.
Si sabes nadar, nadas.
Según lo que contaba el entrenador de Rafa Nadal, que era su tío, entiendo que de niño Rafa creía en la magia. La veía y la vivía.

Para entenderlo, cambiemos de escenario...
Me gustan las películas del estilo de Rob Roy, o de Braveheart. Son perfectas para ver un cierto tipo de valor que es admirable. 

Batalla. Fútbol, un campo donde se combate. Dos contendientes, dos equipos, dos clanes. ¿Por qué no, dos países?

El común de los mortales, nos debatimos en juzgar desde que metemos el cubo en un pozo, hasta que lo portamos a casa... 
Vamos pensando en que la vida es dura y que hay que ganársela.
Sin embargo, nuestra mujer nos espera, y verla beber de nuestra agua, esa que pesaba en el balde que hemos traído hasta aquí. 
Ver a nuestra esposa hace que valga la pena todo lo que hagamos, por verla feliz.
Ahí reside la magia, ver la luz del sol que se refleja en el cabello de nuestra esposa, mientras amamanta al bebé. Carne de su carne. Sangre de nuestra sangre.
Todo lo que pensamos, ideamos o planificamos, tienen como objeto que sea posible que ellos salgan adelante. Queremos lo mejor para nuestra familia.
De hecho queremos demasiadas cosas. Podría ver una película del estilo de Rob Roy, con Liam Neeson. Y allí se aprecia el valor de la sangre que se derrama por el bien de la familia y del propio clan. Más allá que de uno mismo.

Hoy en día todo se ve desde la dualidad. Unos contra otros. No hay que mirar muy lejos para ver que cuando hay cualquier evento, lo suyo es comparar.
Y la naturaleza hace que comparemos entre dos cosas. Tan solo podemos hacer que comparar. Y es entre dos cosas. La comparación es dual. Por mucho que intentemos meter más elementos, tan solo se alternan entre ellos.
La dualidad, la visión dual, es connatural al ser humano.
Y de hecho, no necesitamos nada más para vivir que la simple comparación.
Sí o no, yo-el otro. Bien-mal. Mío-tuyo. Nuestro-vuestro.
Te mato o me matas.

Alguno de los dos tiene que quedar mal para que alguien se quede contento. Es algo endémico a la raza humana. 
En una de estas películas el actor Liam Neeson encarna a Rob Roy. Y en una de las escenas hay un duelo con espadas.
Es un duelo "a primera sangre". A veces basta con eso, con que corra un poco de sangre. Para dejar zanjadas las cosas.
No creo que se trate de las personas. Es simplemente que a nivel de naturaleza, no se necesita más que comparar para querer ir a otro lugar mejor, y sobrevivir.

¿Vamos a pasar la vida en modo supervivencia?
Lo pregunto porque un jugador de fútbol hace tiempo que tiene la vida resuelta. Rafa Nadal hace tiempo que pudo retirarse y sigue ahí... en la brecha.

Es posible que todo el mundo siga viviendo como si el mundo se fuera a terminar mañana. ¿O tal vez pensamos que no va a terminar?

Volvamos al lugar donde se gesta la magia.

Hay una tercera posibilidad. No se ve, pero se intuye. No es un secreto. De hecho está ahí para el que quiera encontrarla.
Pero pese a eso no digo que sea fácil encontrar algo, aún cuando está a la vista de todos. ¿No os ha pasado que teníais algo delante y no lo veíais?
Al final se trata de que no hay nada que no sea ya de por sí evidente.
Pero verlo, es un arte. 
Por lo menos podemos lograr encontrarle un sentido a nuestra existencia.
El artesano hace tiempo que ha muerto.
Ahora todo se fabrica en serie. Como hace tiempo, fue todo un logro el pasar a la fabricación en serie. Producción en cadena. Todo iba como la seda, y el dinero circulaba.
La miseria también.
El artesano había muerto para dar cabida al monstruo de las galletas.
Sí, es tan sencillo reír ante un ser azul que se atiborra de galletas. Sin importarle ninguna otra cosa.
Si bien, hay otras cosas que comer galletas.
Si de hacer galletas se trata, de lo que se trata es de hacerlas bien.

Miro a mi alrededor y veo a una juventud que si bien no está despierta, están por la labor.
Cada día se buscan la vida. Y su búsqueda es tanto individual como de compartir con otros lo que hacen. Dan lo mejor de sí mismos.
Y eso tal vez no les reporte nada. O tal vez sí.
En realidad, tal vez se trata de que saben que el futuro que les hemos dejado les hace quedar en la incertidumbre.
Y ante el precipicio de no saber si el día de mañana les va a quedar una pensión, o si todo lo que sea que quieren, va a ser posible. Hacen, lo que sea que saben hacer.

Yo creo que eso de hacer algo, sin tener una red que te recoja si caes. 
(Bueno, está la pensión de tus padres. Pero eso como todo está abierto a discusión. Una buena discusión muy dual.)
Diría que hay personas que hacen lo que hacen, sin saber si lo van a lograr.
Esto es algo que percibo como zen. El zen tan solo es una práctica. Se puede practicar el estar sentado, o el tiro con arco.
Sea lo que sea.

No lo puedo describir. Así que me he levantado y he recurrido a un libro que tengo por ahí, entre muchos otros libros. Aunque este huele ya a queso de viejo que está.

Caminando por la montaña, el Maestro Tozan encontró a un ermitaño que vivía en una pequeña cabaña. Le preguntó las razones de vivir en semejante soledad. El ermitaño le respondió: “hace mucho tiempo vi dos vacas que peleaban; entraron en el mar y ambas desaparecieron ahogadas.” Nada de oposición, nada de dualismo en nuestras vidas.

Mi opinión es que el ermitaño se equivocaba. En parte. O para ser precisos, en forma temporal.
Se puede hacer el ejercicio de vivir en soledad, al igual que se puede ejercitar el tiro con arco, el tan solo estar sentado, o un deporte... tenis, fútbol.
No es el qué. Es desde dónde se hace. Si eres perfecto, logras la perfección.
Si tienes algo, lo das.
Eso lo veo mucho en la juventud. Mis abuelos ahorraban "para el día de mañana". Pero nunca llegó.
Mi generación ha jodido las cosas.
Pero yo veo que se está haciendo bien algo. Y no es un "Qué", se trata de cómo se hacen las cosas. 
Pero eso simplemente sería algo limitado. Prosigamos.

No se trata de hacer bien las cosas. Supongo que caigo en la contradicción, a menos que aclare. 
Importa "desde dónde se hacen las cosas".

Ahí hay un elemento importante. Si sabes nadar, nadas. Si sabes hacer algo, pues lo ofreces.
Hay que tomar conciencia de que ya no se trata de que el producto sea bueno, mejor o peor. Sino de que debes saber quién eres, y dónde estas.
Quién eres y desde dónde ofreces lo que tienes.
Eres un profesional.
Tus galletas son buenas.
Tú eres bueno.
Pero ¿Desde dónde ofreces eso tan bueno?
Porque eres bueno y te quiero encontrar.

Un ermitaño hace bien en perfeccionarse en soledad. En una búsqueda de sí mismo. Pero su vida sería incompleta si no volviese sobre sus pasos.
A eso se le llama el "regresar al mercado".

El mercado es el lugar de encuentro.
Para bien o para mal, el encuentro se tiene que producir.
Nunca nos dijeron que el monstruo de las galletas se levantaba todos los días temprano para ir al mercado.
Hasta un monstruo azul sabe que si no va al mercado, no come.
Y el arte sano, renace. De entre los escombros de una sociedad que no atiende más que a razones que nos son ajenas. 
Cada vez más, nos vemos reflejados en el otro. Pero tenemos que con ese reflejo, lograr algo más.
Hacer arte.

Ya seamos un monstruo de profesional, o un futbolista.

De ese modo encontramos que podemos ser buenos jugando al fútbol, al ténis, o que seamos buenos médicos, ya sea del cuerpo o del alma.
El cirujano que opera sin ser conocedor de sí mismo, puede ser un buen médico, pero no pasará mucho tiempo antes de que se corte la mano.

Yo diría que lo que reclama la sociedad, en gran medida es arte. Y en gran medida es sanar.

Creo que sin plantearlo abiertamente sí hay una demanda de un arte-sano.

El artesano es alguien a quien puedes encontrar.

Se forma un espacio entre el arte, la salud y un punto de encuentro donde cada uno encuentra, ¿para qué eran antes los mercados?

Tal vez para encontrarse a sí mismo con los otros.

Yo hoy me encuentro contigo y me río, porque soy un monstruo azul que tan solo quiere comer galletas.

Ya sé porqué me siento triste hoy. Porque soy azul.










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