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la conciencia normal


Hace incontables años tuve una experiencia meditativa.
Durante un muy pequeño periodo de tiempo algo en mí pareció estabilizarse. En realidad duró poco, y se fue.
No sé que sucede, que siempre que se consigue algo, que sea un tanto peculiar, suele desaparecer.
Tal vez sea que, para la creación de Dios, el estado de conciencia ordinario sea más real que, cualquier otra fantasía o intuición.
Sí, yo lo creo. El estado normal y ordinario de todos los días.
Eso tiene sus ventajas. No hay que ser un santo para ser normal.
Pese a eso, muchos capullos ignorantes creen haber alcanzado la iluminación, tan solo porque hayan visto algún destello de luz. O cosas raras, que hay muchas.
La conciencia normal, es lo máximo que se pueda alcanzar en esta vida.
Pero aquella vez que yo transitaba veredas un tanto “distintas”, tal vez no malas, pero que distraen de lo verdaderamente importante...
En esa ocasión percibí, mi descripción está sujeta a error e interpretación, mi interior y mi exterior en equilibrio.
Es decir, que tal y como sucede a menudo a cualquiera que medita, ya sea novato o veterano, se produjo un equilibrio.
Pero esta vez, yo diría que puedo parafrasear un concepto del Tao Te King. Ser y No-Ser, originalmente son uno.
La existencia y algo que no es la existencia, sea lo que fuere esto... son lo mismo.
Si sabemos que el logro máximo de nuestra vida, es precisamente nuestra vida, pues no podemos ser más que lo que somos.
Pues no somos fantasía, pese a que caminemos dormidos. Somos.
El sueño persiste. Sí, pero indudablemente, somos. Pese a que la mayor parte de nosotros tenemos un montón de ideas extrañas y auto conceptos, tan raros.
Saber que somos lo que somos, no es una justificación. ¡Para nada!
De hecho solamente podemos ser lo que somos. Y eso, debería resultar algo evidente.
En el mundo de las posibilidades, tal vez exista una probabilidad, como si de un juego de azar se tratase, de que caiga una moneda de cara.
Acabo de leer un artículo que no tiene nada que ver con esto. Tiene que ver con otras cosas. Pero pone un ejemplo gráfico que puede servirme.
Si en una habitación ponemos a un gran número de gente, lanzando monedas al aire, en determinado momento uno de ellos tal vez consiga sacar diez monedas con la cara hacia arriba.
Por supuesto, ese hombre o mujer, si le preguntamos cómo lo consiguió, nos dirá que “se convirtió en un experto lanzador de monedas”.
Muchos logros nuestros se forjan gracias a la repetición y mejoras constantes.
Aquí viene de nuevo el secreto. Lo que vale es estar. Y estar es el vivir desde una conciencia normal y estable.
Si yo no voy a ver a mis sobrinos, pues soy un tío ausente, en el mejor de los casos. Pero si estoy y voy pensando en otras cosas ¿No soy acaso un tío que está pensando en otras cosas?
Lo normal, es estar en lo que se está. Y los sobrinos saben si se está. Tú lo sabes. Pese a que “por buena educación” no te cuestionas si estás realmente con alguien o no.
Sí, ese psicólogo, tenía la mirada tan clavada en mí que indudablemente sabía que me estaba prestando atención. Y es un buen método de trabajo. Pero es trabajo. Como alguien que saca agua del pozo.
Si sacas agua de un pozo, está el que saca el gua, y el agua misma.
Tu esposa se alegra tanto de beber un vaso de agua, todavía fresca, recién sacada del pozo, que el agua y tu esposa, son una misma cosa.
Mientras tú, la miras sonriente, cómo bebe. Y das por bueno el trecho que has cargado el peso del cubo para traerlo a casa.

Tal vez es un ejemplo un tanto pintoresco. Después de todo, en la actualidad existe el agua corriente. Que cada vez es menos corriente. Y sabe más a cloro. Es el progreso, claro.
¿Qué tiene que ver eso con monedas y ser uno con el agua que se bebe?
La conciencia normal.
Es un logro inigualable.
Pero para eso tendría que pensar en qué es esa otra conciencia, que en realidad nos llama, y nos exhorta a que realicemos grandes hazañas y gestas. ¡Oh! Fornido y valiente cazador.
Bastaba con que alimentases a tu esposa e hijos, y que pasases más tiempo con tu familia, hermanos y sobrinos.
Tu esposa te ve partir, entre pavorosa y perpleja, cómo te alejas para obedecer los mandatos y designios de un Rey que dictamina si vives o mueres.
Un Rey que ofrece honores, el honor de otorgar vida y muerte, y ofrecer regalos que a nada conducen. 
Gloria, fama, son buenas. Pero si es tu naturaleza el que estén en tu camino, las tomas.
¿Pero quién toma fama y fortuna? No son la fama y las monedas, una promesa que tomamos como cierta. Algo que no es, pero que vivimos como que sí existiera.
¿No vivimos la mayor parte del tiempo del crédito de nuestros actos?
Vivir del crédito se llamaba en tiempos antiguos Fe. Y a la palabra, se la llamaba Honor.
Vida y muerte son dos cosas pero no importa cual de ellas prevalece o si son reales o no.
Lo que verdaderamente importa, es preservar la vida.

El maestro lanza una moneda al aire, y saca diez caras seguidas.
Para eso se precisa un gran requisito que denota la gran diferencia entre un ignorante y un experto lanzador de monedas.
Estar.


“Si metes a un número suficientemente grande de personas en una habitación y los pones a tirar monedas al aire, tarde o temprano alguien sacará diez caras seguidas. Si a posteriori, le preguntas a esa persona la razón de su “éxito” probablemente no te dirá que tuvo suerte sino que se ha hecho un experto en tirar monedas. Esto es precisamente lo que ocurre en el mundo de los negocios.”
























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