Ir al contenido principal

practicar la escucha

¿Qué haces en las próximas vacaciones?



No sé qué hacer.
Esa es la verdad.
Cuando hacía terapia con Alicia Gonzálvez me veía a menudo en esa situación. Era un trabajo con movimiento.
Y partía de ahí... no sé qué hacer, no quiero hacerlo... y los demás del grupo entraban en el juego.
¿Se trata ahora de eso? ¿Se puede jugar a partir de ahí?
Admitir que no sé, es un buen punto de partida. Muchas enseñanzas espirituales parten de esa premisa.
Puede ser un modo viable de empezar algo. Empezar.
Después vemos qué pasa. Lo que se me ocurre ahora es practicar la escucha...

Hace años, muchos años... recuerdo una ocasión en que acudí al médico de cabecera. Era médica, se llamaba Inmaculada, y yo estaba muy satisfecho con ella porque sabía atender muy bien.
Así que ese día yo estaba de buen humor, y conforme entré por la puerta voy y me siento.
La miro, y le digo: “Me quiero operar”.
Inmaculada, sin mostrar ningún signo externo de sorpresa, se tomó un momento para pensar, y me dijo
- La seguridad social, no cubre ese tipo de operación.
En todo caso, se mostró muy educada. Fue correcta, porque no entró ni salió al tema, y me trató con respeto.
Al final me traté un grano que me tenían que sacar. La operación fue de un orden menor, y la llevamos a cabo más tarde desde la parte de enfermería.

Yo diría que de ese aspecto, yo dije algo. Es importante lo que se dice, y es importante escuchar lo que se dice. 
En aquel entonces yo no era el mismo que soy ahora. Es decir, ahora tengo más años.
Pero lo que dije, lo que dije como broma, parece que sí que sigue teniendo vigencia. 
A día de hoy, lo dicho entonces tiene cierto sentido. 
Hay un significado que perdura en lo que dije entonces hasta nuestros días.
No voy a operarme, pero podría escuchar mejor lo que dije. Porque, coño. Su significado sí que tiene. 
        Las cosas que decimos.

Hay un concepto que quiero aclarar. Hay iluminados. Yo en una ocasión conocí a uno.
Siento flotar en el aire cierta desazón.
¿Qué hacen los iluminados? Yo no estoy iluminado. Pero en una ocasión conocí a uno.

¿Qué hacen los iluminados? “Escriben libros”.
Eso es lo que hacen.

Yo conocí a un iluminado. Y conducía un autobús.
No sé si escribió un libro o no. Sé que yo nunca he escrito un libro.

La idea o pensamiento de que los iluminados escriben libros, también lleva aparejado, la noción de pensar que los libros “sirven para algo”.
No es cierto.

Hace poco he leído el libro “¿Cómo se puede ser zen?” de Jacques Castermane.
Explica varias cosas que pueden ser útiles. Si lo interpreto bien, y recuerdo un poco. Viene a decir que zazen es una práctica. 
        Es un ejercicio que se practica. No es sentarse sin hacer nada. Sino la acción de sentarse y por ejemplo, concentrarse en la respiración.
Zazen, es una práctica, tal como puede ser la caligrafía y el tiro con arco.
¿Quién se ilumina? ¡Uy! No sé. Pero zazen es un ejercicio, eso se sabe. Tal vez la iluminación suceda, pero tal vez no. En todo caso la práctica es beneficiosa.

Hay sanadores que sanan.
¿Quién sana? ¿Quién se sana?
Hay técnicas que llevan al paciente enfermo a una comprensión de su proceso. ¿Eso significa que se sana? Tal vez sí. O tal vez se muere. No sé.

Hay técnicas muy buenas.
Tú conoces muchas técnicas. Eres muy bueno en lo que haces.
Sabes mejor que nadie qué hay que hacer. Yo no te puedo decir lo que tienes que hacer.
Yo solamente puedo hacer lo que una vez dije que haría. Yo dije que escribiría. Lo estoy haciendo.
¿Soy escritor? No creo. Pero escribo.
¿Eres tú sanador? Es posible que sí. Seguro. Muy bueno.

¿Qué falta aquí? Escribir un libro.
Esa, es una idea un tanto peregrina.
Parte del supuesto que los libros sirven de algo.
Un ejercicio prescrito con una finalidad, puede que sane a una persona.
O tal vez no.

Yo hoy me he puesto a escribir, tratando de hacerlo desde la escucha.
Yo no sé muy bien qué tengo que hacer. Pero sé que tu sabes. Y que eres muy bueno en tu trabajo.
Yo no te puedo decir quién eres. Eso, lo sabes tú mejor. No sirve de nada que yo te lo diga. Te lo dicen otros.

¿Qué puedo hacer yo? Hacer lo que dije. Escribo.
¿Desde dónde? Yo ahora escribo lo que un día dije.
Yo aclaro. Lo que yo diga, sirve ahora, lo mismo que sirvió cuando lo dije anteriormente.
¿Qué cambia? Tal vez ahora admito que no sé tanto como antes. Me la juego. La suelto, sin saber.
Intuyo.
Yo propuse una práctica.

Esa práctica no tenía sentido.
Pero yo la dije, la propuse. Y del mismo modo que ahora escribo, me remito a lo que también dije.


Voy a hacer una introducción.

Claudio Naranjo contaba en cierta ocasión, si la memoria no me falla... una situación, en su aprendizaje con Frits Perls.
La situación era que Fritz Perls se presentó ante Claudio Naranjo, con un platillo, con arena. Y una cuchara. Fritz le dijo a Claudio: “Come”. Dudó. “Come...”.
Claudio cogió con la cuchara la arena que le daba Fritz Perls, y comió. Tuvo que escupirla. Era arena.

Más tarde Fritz Perls le explicaba a Claudio Naranjo la razón del ejercicio. Tú, Claudio, comes arena que yo te doy, tal como... (bueno, la historia termina bien).
Como digo. Nadie puede caminar con los pies de otro. Claudio Naranjo practicó el ejercicio que Fritz Perls le pidió. Después le explicó. 
Pero la enseñanza a menudo se basa en una práctica, en un ejercicio. Tal vez eso que se hace lleve a una comprensión.

Yo no te puedo decir quién eres. Tú lo sabes. Todo el mundo lo sabe, y te lo recuerda.
Pero yo te puedo decir quién no eres. Y con todo respeto, tú no eres un patán. Para nada.
Si tuviera que decir la impresión que me das, sería la de alguien que es muy bueno en lo que hace.
Además, vistes bien. Tienes buena percha.
Eres “Un aguerrido cazador”. Sabes muy bien lo que quieres, y sabes cómo hacer.

Yo te voy a dar un ejercicio, no para que sepas quién eres. Sino para que sepas quién no eres.
Claudio Naranjo comió de ese platillo de arena. Sé que no es lo mismo. Pero ya que hablamos de arena, de arena se trata.
No te pido “que lo dejes todo y que te hagas pescador”. Eso, sería desvariar.
Te propongo un ejercicio.

Tú, me soltaste una cita de Allan Wats.
Allan Watts no era idiota. Escribía libros. Aprendió unas enseñanzas, y las expuso en bellas palabras.
Pero los libros no sirven.
Allan Watts fue quien fue, porque lo que le enseñaron, lo practicó.

Yo sé que tengo que practicar la respiración. Es un buen ejercicio. Para mí. Otro, podría ser, caminar.
¿No es así? Estoy en ello.
¿Lleva a algún lado? Quizá.

Son actividades que se pueden integrar en la vida cotidiana. Caminar para mí es bueno.

Tal vez, en tus próximas vacaciones, puedas introducir un entretenimiento nuevo.
A mí nadie me va a regalar flores en balde. Yo te doy un ejercicio.

Para realizar de aquí a los próximos cinco o diez años. Ser muy bueno en lo que haces te ha llevado una vida. 
       Cinco o diez años, no son tanto. Y a lo mejor sirven. En vacaciones.

Es un buen ejercicio.



Comentarios