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integrar o desintegrar



Cuarenta y seis años. Con esa edad cada uno de nosotros se ha metido en algún que otro berenjenal. Si algo tengo claro es que con la edad lo que se gana es que se sabe mejor lo que se quiere,

También sucede que si has perdido batallas, y has sido quebrado... las veces que sean, tienes la opción de volverte a levantar. O bien, vas y te quedas. Que muertos en vida, hay muchos.

Pero la vida no debería ser así. El chasis aguanta. Y el espíritu, que se encuentra dañado, debería tener una cura. Siempre desde el corazón.

Claro que alguna de esas cosas que se tienen hechas con cuarenta y seis, tal vez te hayan permitido echar un vistazo, un vislumbre, a otra cosa. Un modo distinto de hacer las cosas.

Esto no es ninguna tontería. Te puedes pegar una peyotada, y ver mucho en muy poco tiempo. O te puedes tomar una pastilla mágica, o la planta mágica de turno. Y sí, se tienen vislumbres.

Y si has pasado por una enfermedad mental, tal como es mi caso, pues, eso significa que se va con miedo.

Yo siento que estoy bloqueado. Es así como estoy, y es lo que hay. Y lo primero es aceptar eso, para partir de ahí.

El haber tenido algún vislumbre, no es como para darle excesiva importancia. El día a día, debería ser un buen indicador de quiénes somos. De nada sirve creerse quién no se es. O se es en “otro lugar”, que si aquí en el cuerpo somos una mierda, pues eso somos.

En un trabajo de integración o de desintegración tal vez haya dos vías. La gradual y la abrupta. La súbita. Lo de tomarte la plantita de poder, como que va en la dirección de querer acelerar las cosas. También entraña muchos peligros.

El monje que se da de cabeza con el suelo, en constante plegaria, día tras día, tratando de encontrar a Dios, tal vez tarde años en encontrarlo. Y tal vez después, si por la Gracia,  Dios le llegase al encuentro, tal vez no sabría qué hacer con eso.

¿Quién dice que no podemos hacer una regresión evolutiva y convertirnos en plantas? ¿O en minerales? En zombis, si se da el caso. ¿Quién no conoce a alguien que vive sin vivir? 
Hay mucho muerto vivo por ahí.

Afortunadamente, creo que la gente está despertando.

Sin embargo, nadie puede garantizar que, pues eso, que nos quedemos zombis. Si se han tenido vislumbres, eso no significa nada. 

  Es cerebro derecho.

Hay una tecnología espiritual. Al servicio de quién lo desee. Pero a menos que seas un maestro por naturaleza, Un Eckhart Tolle. Pues bienvenido al montón de la gente común y corriente. 

     Hay que pegar los trozos.

Así que no hay pastillita ni planta mágica que valga. Si se ve algo, pues puede ser bonito. Pero estoy en la tierra para tener una experiencia física. 

Y es la experiencia física lo que me define. En español a eso se le llama, ser y estar. En otros idiomas no sé cómo será.


A mí me gusta la palabra “desescombrar”. 

No sé dónde la habré leido. Pero para mí significa, que hay que remover todo, para después hacer el trabajo pesado, de despejar el camino.

También sucede, que una vez que se ha removido todo, los cimientos no son los mismos.

Lo que antes funcionaba, ahora no funciona.

Las palabras y sentencias floridas son bonitas. Pero supongo, y digo que supongo porque no lo sé, que se tiene que aprender a funcionar desde un nuevo centro de gravedad.

Tal vez ese sea el corazón. Y se parte de cero, como siempre.

No sé qué pasa, que siempre se parte de cero. Es la cruz que hay señalada justo bajo nuestros pies.

Y si se está hecho polvo, o confundido, o no se sabe donde se está, se parte desde ahí.


Parece claro que quiero decir que aquí no hay privilegios para nadie. Y que todo es susceptible de ser perdido. (Incluso uno mismo).


Nota:   Me permito una reflexión final. Quizá haya que perder el intelecto para encontrar el corazón. Ese órgano que sirve para bombear sangre y alegría en nuestra vida.

Normalmente el segundo cerebro, en el pecho, suele ser tenido menos en cuenta que el intelecto. Y sin embargo todo el mundo sabe quién tiene un corazón.



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