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la cosa está jodida


Lunes 15-01-2018
15:21 Horas.

El año pasado


Fueron viniendo poco a poco para instalarse en las piernas. 

Después el dolor decidió quedarse definitivamente en rodillas y pies. Tuvieron que sacarme líquido un par de veces de las rodillas.

No recuerdo tiempo ni plazos. Pero sé que diciembre fue jodido. Ya tenía firmemente establecido el dolor en los pies. Sentía que no podía andar, lo hacía lentamente. La gente no parecía notarlo por lo que sé.

Pasé un lunes por el psiquiatra, apenas sin poder llegar. Hablamos acerca de temas de psiquiatra. Llegué tarde.

(Joder, llevaba desde el verano entrando y saliendo de urgencias y él no había mirado el ordenador para nada.)

Yo tampoco dije nada. Para quince minutos que hablé con él, no voy a decir que no puedo ir por la calle si no es arrastrándome.

Cuando me dijo que me comprase una bicicleta estática, yo pensé que mi psiquiatra era subnormal profundo.

Hace poco he estado reflexionando. Vamos al médico con la idea de que nos arregle. Pero los médicos y psiquiatras son personas como cualquiera. La mayoría bien intencionadas. 

Y yo tengo dificultades para pedir ayuda, para decir que me encuentro mal.

En mi casa mi hermano Miguel fue el hijo al que buscaron. Cristina fue el susto. Y yo fui ese “al que sacaron adelante”.

Joder con la frasecita. Ya he salido bastante adelante. Bastante he mirado y callado, sin decir esta boca es mía. 

Creo que estoy harta de todo.

Si el lunes el psiquiatra no se enteró ni le dije que no podía caminar... el miércoles la médica de cabecera me tumbó en la camilla, me flexionó la rodilla y dijo que yo estaba bien.

Yo ya estaba bastante exhausta. Para empezar, le pregunté que cuánto tiempo iba a estar de baja. La chica, es joven, me miró como ofendida... te doy el alta. Como esta semana hay días de puente, vas al trabajo y pruebas.

Si es por probar... me puedo arrastrar por el mundo un poco más. Tal vez se me pase. 

Después de todo la médica se siente tan segura.

No sé. Sé que yo no le pedí ayuda. No le dije que necesitaba por lo menos dos semanas, por los pies.

La médico me miró la rodilla, que me habían sacado líquido y ya estaba bien. Si la rodilla está bien, tú estás bien. No se paró a pensar que ahí delante había alguien.
A mí es que me sacaron adelante. Es la historia de mi vida. 

Joder, que me da el alta. Y fui arrastrándome hasta la farmacia que llegué porque llegué y pedí las primeras pastillas para el dolor que se me ocurrieron.

Al final tuve una suerte relativa, porque tuve esa semana que el día que se trabajaba nos lo dieron. Así que tuve una semana que necesitaba por lo menos para recuperarme.

Cuando vi que había pasado la semana, que no había mejorado, pues ya volví a la consulta del médico de cabecera, que cada vez hay uno u otro.

Y ya directamente me quejé de que antes no me habían escuchado y que ya llevaba una semana y que necesitaba otra. 

Yo a todo eso, era mi tercer viaje al ambulatorio, y ya estaba que me cagaba en la ostia, sin poder hacer más que ir paso a paso por encima de la tierra.

El médico de cabecera, con muy buen criterio, me prolongó la anterior baja. Más que nada porque yo nunca llegué a estar bien, y una medida ¿acertada? me dio cita para el reumatólogo.

Supongo que esa fue una medida acertada, porque ya cuando llegué a esa... ¿qué cita era ya? 

Yo ya había perdido la cuenta de cuántos médicos había visto, sin poder caminar.

En ningún momento me hicieron una pregunta que tuviese
que ver con la salud o cuestiones de medicina.
Ninguna alternativa.

Y me encuentro, no con un médico, sino con un picapleitos. 
Creo que ya describí la escena.

Ni una pregunta de medicina.


En cierta ocasión, una de las veces que acudí a urgencias, de las muchas veces que he ido desde el verano hasta fin de año, me preguntaron si dormía bien. Necesitaban saberlo para hacer el informe de urgencias.

Y me sorprendió gratamente, porque esa es una pregunta pertinente de medicina, hecha por un médico.

Hace mucho tiempo que un médico no me hace una pregunta de medicina, como esa.


Pero la opción que me dieron fue ir al reumatólogo. Y este día, había llegado, y evidentemente... No me esperaba ningún médico.

Un especimen de bata blanca que me dijo varias veces, sin mirarme, que había que hacer las cosas bien. 

Sí, lo repitió.

Supongo que para hacer las cosas bien, cuando me pidió el consentimiento verbal;

para decir:

¿Quiere usted que iniciemos el tratamiento?

En ese momento sí que me miraba, y con atención. 

Yo sabía porque me lo había dicho, que era para siempre.

Es que hay amores que matan, o te dejan crónico.

Yo con mis muletas, un dolor agudo que no podía soportar, y delante de un contrato de por vida.

Firmé. Di mi consentimiento verbal.

Y el bicharraco de médico ya se encargó de poner bien explícito sobre un papel:

DE POR VIDA. - Eso es. ¿Cómo un proceso que es agudo, los médicos pasan de él? 
¿Y cómo es que ese mismo proceso, la única salida que le dan es convertirlo en crónico?


He de decir que a día de hoy salvo un cierto dolorcillo he recuperado la movilidad.

Y estoy muy agradecido.

Pero en ese mismo momento, al volver a casa, del cabreo que tenía...

(Ya llevo dos enfermedades crónicas a las espaldas).

No hacen sino sedar un dolor o bajar una inflamación, y ya se queda la medicación de por vida.

Hay que ser idiota para saber que si tomas medicación, es porque no estás sano.

Al llegar a casa de mis padres, sentado en la cama, la emprendí con el vacío. A base de lanzar diversos objetos que alguno se rompió, y otros por fortuna o no, conservaron su integridad.

Mi hermano Miguel me llevó a mi casa, hasta que aprendiese a comportarme como una persona.

Yo no me he empezado a sentir como una persona hasta el miércoles, diez de enero. Entonces hablé con el psiquiatra y me desahogué. Ya el día antes recapacité que la medicina está así.

La cuestión es que con dos enfermedades crónicas encima, ¿Voy a cambiar algo que sea relevante en mi vida?

La situación de indefensión ante el reumatólogo y ese contrato de por vida, fue tan extenuante como las anteriores semanas que no podía andar de dolor.

Y no me sentí persona hasta pasados día de Reyes. Me perdí dos fechas señaladas en familia.

Joder. Ahora tengo que ver qué hago con mi vida. Es decir, 
¿Tengo que hacer algo?

Sigo teniendo sobrepeso.

La falta de ejercicio y alimentación descuidada... ya es algo normal. Ese sería un buen tema de conversación para tener con un médico.

Cosa que no sucede.
Fatiga. Por una u otra razón, tengo fatiga.

Y el oscuro pasajero. Tal vez del oscuro pasajero deba hablar en otra ocasión...

Cuando es tarde por la noche, y le comento a Margarita, mi coneja. 

Regalo tardío de Reyes.

Está la cosa jodida.

Estoy leyendo el libro “En honor a la verdad”. La película era buena.

Pero en el libro se muestra de forma clara cómo hacer uso del contenido de una botella, con fines puramente medicinales.

Tal vez para poner remedio, con un pequeño vicio, supongo. 

A ese dolor que no puedo confesar a nadie que tengo.

"La cosa está jodida, Margarita".

El nombre de la puta coneja, se la han puesto mis sobrinos. No es cosa mía. Tuve una amiga, que no se de por aludida.


Tal vez tengo suerte. Un sorbo de brandy, viene bien como conservante. Pero cuidar de una coneja...

Creo que tengo suerte de tener a Margarita. Llevamos dos días de convivencia y ya nos vamos conociendo.

Tal vez la cosa no esté tan jodida. Mientras ella corretea, aprovecho para hacer unos estiramientos.

Hay que tener algo.











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