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ondas vitales


He pensado que me interesa el aprender a crear. No digo que hasta ahora yo no haya hecho nada.
        Los trobadores cantan lo que no puede ser contado más que en versos.
Pero la dinámica ha sido desde donde llego a recordar, como cuando jugaba en el agua en una piscina profunda. Me venía al fondo, tocaba fondo con el pie, para impulsarme de nuevo hacia arriba.
Es un continuo dar bandazos. Es soltar lo que me hace sentir mal. Es lo que hace que me cargue, para después liberarme.
Es un ciclo donde subo y bajo, donde cargo y descargo.
Entiendo que es un ciclo vital receptivo, donde recibo para después descargar, y volcar toda la información.
En una ocasión, cuando ya estaba enfermo y en terapia con una psiquiatra, una relación terapéutica de corta duración, pero tengo este recuerdo que comparto:
─Le dije a la psiquiatra que “yo estaba deprimido”.
─“Yo te veo más bien, chisposo”. Dijo ella.
Se trataba de eso, yo esa mañana había estado deprimido. Tocado fondo, y llegué a la consulta en modo que ya podía verbalizar que había estado deprimido. Ya había hecho pie en el fondo y ya estaba empujándome para salir a la superficie del agua.
Pocas personas funcionan de ese modo. Tal vez no se pueda entender.
Pero este modo de funcionar yo creo que va mucho con la flor de Bach “Agrimony”. 
Los niños agrimony pueden estar jodidos, y si les preguntan te sonríen. No pasa nada.
Los adultos pueden estar convalecientes, y pese a revestir su dolencia cierta gravedad, están gastando bromas con las enfermeras y enfermeros.
Es una especie de modo para relativizar el dolor. Para hacerlo soportable.
No es más que una conducta adaptativa para la supervivencia.
Unos salen adelante con optimismo ¿Es que nunca sucede nada malo?
¿A los pesimistas no les sucede nada bueno?
Los agrimony, es otra cosa. Es como que han aprendido que no pueden contarlo. Tal vez lo intentaron y no les hicieron caso.
O tal vez no se podía hacer nada.
Y como hay que salir adelante, pues se pone muy buena cara. Y se mira. Y no se dice nada. Se puede tener un infierno en el interior, algo que atormentaría a cualquiera. 
Y el niño o adulto agrimony, simplemente han aceptado que es mejor no contarlo.
Después de todo, esto también pasará. Después de todo, antes o después se está tan mal que se toca fondo y te impulsas y vuelves a poder coger un poco más de aire.
Una vez más, de nuevo. Y hay un continuo ascenso y descenso.
Tal vez nadie les escuchó. O esas cosas no se podían decir. Había problemas familiares “reales”. Como si el propio sufrimiento no fuera real, o importase menos que la familia.
Tan vez era antes la familia que el desarrollo individual. Cada uno tiene sus circunstancias.

A día de hoy, yo no creo que yo no me mantengo. Vivo en mi casa. Y ya hace años que vivo sólo, con la dificultad que eso representa. Pero es un hecho que es así. Yo hace años que estoy aquí en el mundo.
Si me tenían que sacar adelante, ya hicieron su trabajo.
Y yo ya estoy asumiendo ese salir adelante. Con ayuda si tengo que pedirla. Pero ya salgo adelante.
Sin embargo, echo de menos, a la hora de escribir... una conducta más activa.
Tengo la impresión que no podía, hasta ahora, simplemente mover brazos y piernas y mantenerme en la superficie.
Es decir, me gustaría plantearme, una posición activa.
Que no tengo que llegar a la profundidad, para después regresar de los infiernos, dando bandazos o como sea. Para volcar el contenido y plasmarlo.
Creo que de las dos actitudes. La mía ha sido asumir una conducta receptiva, en unos ciclos de descender, para tocar fondo y regresar para volcar un contenido.
Creo que un enfoque distinto sería asumir un papel activo. De mantenerme en una acción mantenida en el tiempo.
Nadar. Mantenerme en la superficie.
No lo he hecho nunca. Es decir, no he gestionado nunca el contenido de mi interior, mientras me mantenía a flote.
Había estado subiendo y bajando. Pero nadie lo sabe. No se lo he contado a nadie. 
¿Qué había que contar? ¿A quién le importa?
Es cosa mía. Se trata del modo en que yo gestiono mi vida, y es cosa mía, de nadie más.
A quien se meta, le puedo decir no es asunto suyo. ¿O bien?
Seguramente sonreiré y gastaré una broma. 
Eludiré de un modo insidiosamente inteligente, el dar una respuesta. 
Al más puro estilo agrimony. Que después de todo, yo tengo mi vida. Y nadie de mi familia va a decirme cómo soy. Aquí nadie cambia a nadie. 
Aunque se trata de que todos, nos reflejamos a todos. Y ese es un modo de crecer. 
Crecer en conjunto con otros.
Tal vez por eso me planteo “nadar”.
Nadie puede estar con alguien que solamente sabe que a veces aparece, para gastar bromas y sonreír... para desaparecer bajo el agua. No se sabe muy bien dónde va.
Los demás no creo que sepan dónde voy. Como yo tampoco lo sé. De hecho solamente sé que me mantengo dentro de unos parámetros que ya hace tiempo que se aguantan.
Pero ya van demasiados chapuzones. Con peligro de ahogo.

Nadar, simplemente nadar. Me resulta tan difícil, que la idea es casi insoportable. Gestionar el contenido de mi interior, dudo ¿Puedo aprender a gestionarlo desde esa otra perspectiva?
          Tengo claro que el año tiene primavera, invierno... y todo regresa. Pero el que sueña con el dorado, pasa por los ciclos propios del paso de los años, con la idea de lo único que importa.
             Cambiar el plomo en oro
             Encontrar el Dorado
          La copa que contiene el remedio que devuelva la salud al Rey.
              Todo esto, siempre fueron quimeras. Pero los trobadores cantan lo que no puede ser contado más que en versos.












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