Ir al contenido principal

no para cualquiera



Sábado 2-09-2017
15:29 Horas.

EL TRABAJO

Cuando me enfermé entré a terapia durante varios años. Con el tiempo he ido siguiendo varias terapias.
Se daba el caso que a menudo se hablaba de presentar o elaborar una autobiografía. Era algo que podía ser bastante común al empezar cualquier tipo de trabajo.
Yo no podía. No podía escribir nada de mi vida. No de antes de la enfermedad.
De hecho lo primero que escribí de forma un poco más consciente, tenía más que ver con cosas que se habían dado en terapia que de mi propia vida.
Es reciente que empiece a recordar y comprender, a poder “resituar” las piezas de ese tetris de mi vida.
Puedo recordar que mi padre nos pedía ayuda para trabajar en el jardín, pero después, nada. No nos decía qué debía hacer o por dónde empezar.
Era bastante más patético que eso porque se veía a las claras que mi padre era el que no sabía tratar a sus hijos. A mí, en la situación de tener que ayudarle a trabajar me ha dejado avergonzado en varias ocasiones. Ha provocado situaciones bastante ridículas tan solo por el hecho de que es incapaz de pedir ayuda a sus hijos.

Ya me imagino que su padre, mi abuelo, no debió tratarle muy bien a él. Ojalá todo esto no se trasmitiera de generación en generación.

Hace poco se quedó tan tranquilo, al mostrar su gran sabiduría, y decirme claramente que yo no sabía trabajar.
Que a lo mejor, hacer algo de pintura o de masaje, podía. Parece que tiene claro que un trabajo de jardinería, trabajo de hombre, yo para eso no servía. El hombre cuando las suelta, las suelta. Y ni piensa en lo que ha dicho.
A veces yo soy tan cabrón como él y digo las cosas. Pero joder, es decir a las claras que no vales. Es durillo. Más que nada porque lo que define más el papel masculino es el trabajo y proveer. 
Tal vez, puedo suponer, que de algún modo mi padre sabía que yo no soy muy hombre. Pero eso es lo que yo puedo imaginar. Lo cierto es que el mensaje “no vales” me lo ha dado muy a menudo a lo largo de mi vida.


Por su parte mi madre. Benditas madres. Sí se ha dedicado a trabajar.
Parece que mis padres, sobre todo mi madre, ha trabajado mucho. Hasta el punto de que en casa pese a tener una fábrica, a los hijos se nos ha prohibido trabajar allí.
Dicho claramente por mis padres de toda la vida. No queremos que nuestros hijos trabajen.
Querer algo mejor para los hijos que lo que ellos tuvieron, es normal en los padres y es comprensible.
Sin embargo, mi madre toda mi vida la he visto que ha vivido para trabajar; para poner un plato de comida sobre la mesa.
Está claro que sus padres, mis abuelos, la pusieron a coser en cuanto pudo coger una aguja. Y desde entonces no había parado de trabajar.
No se trata que no nos quisieran, que a lo mejor fue que no. Tal vez sí que querían tener una familia. Pero saber atender las necesidades de cada uno de sus hijos, conocer a sus hijos, más bien nos dejaron que creciéramos por allí. 
           Cosa que por lo demás, debía ser bastante normal que los niños se criaran en la calle, jugando.
Mi madre creo que debió acumular bastante rabia durante su vida, y la sacaba trabajando.
Sí, teníamos médicos. Cuando nos poníamos enfermos llamaban al médico.

Hay algo. En nuestro familia había mucho estímulo en nuestra infancia. La casa siempre estaba llena de gente. Es decir, uno no se podía esconder sino que por fuerza tenía que estar aún cuando necesitara esconderse.
Yo por mi parte creo que ya me escondí todo lo que pude. Tal vez por eso la mayoría de cosas que escribo las pongo como público. 
      Asumo que la gente tiene sus propias cosas en la cabeza. Tal vez algo que yo escriba llame la atención alguna vez. Pero la gente va a sus cosas. 
          Incluso quien se dedique a cotillear, pronto deja de lado lo que sea, para buscar un nuevo tema de cotilleo.


La sociedad creo que funciona así.
Tal vez lo único que importa realmente es pertenecer al clan. Y lo que está penado por la sociedad es salir de su propio clan.
Yo he tratado desde hace muchos años salirme. De cortar lazos de amistad. Y adentrarme todo lo que he podido en la madriguera de conejos.
A última hora he descubierto que aunque, por las razones que sean, por mi modo de sentir las cosas y la vida. He sido en el fondo bastante nenaza, y no podía serlo...
He buscado la soledad. Hasta que he encontrado algo que no podía encontrar sino era separándome. Y es que mi afectividad es otra.


Y ahora puedo recordar, lugares y situaciones de mi infancia. Y puedo comprender que toda mi infancia cobra sentido si la veo desde la perspectiva de que mi afectividad era algo distinto, que en aquellos años no tenía cabida.
Y supongo que podía pasar a menudo que si alguien se encontraba mal, tenía que pasar por “la prueba del termómetro”. Que si no tenías fiebre, ya te podías sentir mal que ibas al colegio. Sin atender a tus necesidades, ni hablar.
Tal vez es eso lo que echo de menos de mi infancia. Hablar con mi madre.

Mi madre ha encontrado su lado amoroso, una vez que ha dejado de trabajar y me alegro por ella.


Durante toda su vida considero que se ha comportado como una madre bastante castradora. Siento que cada vez que pretendía elevarme y tratar de hacer algo, ella me pegaba una “llegoná”. Que dicho en bonito, es como en futbito, al hacer una entrada fuerte. Barres al oponente como pegándole con una azada y barres sus pies. La sensación era esa.


Unos días que mi madre pasó en mi casa se dio esa situación. Yo no dije nada, pero más tarde, tras reflexionar se lo dije. Mira mamá, has hecho esto y me siento así.
La mujer lo comprendió. Ya digo, no ha vuelto a darse algo así. Y lo cierto es que mi madre, en cuestión de amor maternal ha mejorado mucho.


Al final, descubro que repetimos programas heredados de nuestros ancestros. Y que puede ser que lo que hacemos no es algo que sea tanto nuestro. Repetimos patrones, por nuestra educación o por genética.


Y eso puede venir desde hace bastantes generaciones.

Ahora mismo, desde donde estoy encuentro que tengo unos hermanos. Que sintiendo que yo "no era", tal como debía ser.
Sintiendo toda mi vida una gran parte oscura, inconfesable, nuca he podido estar ahí para ellos. 

        Cuando ellos sí que han estado por mí.

Sé que no puedo estar por mis hermanos tanto como “debería”. Y es algo bueno que cada uno tengamos nuestra vida.
Se da el caso que no puedo acceder a mis hermanos, desde la posición de no saber quién soy yo mismo.


Aunque a estas alturas es más coherente que dijera, yo misma. Parece que he salido un poco nenaza.
Y desde mi posición de nenaza, ahora lo que más me llama la atención... son frases que se han comentado en contadas ocasiones en familia.
Mi abuela murió siendo yo niño. Pero sé que era de esas mujeres que podían decir cosas tales como:
“Las mujeres lo único que tenemos, es la honra”
O “las mujeres, tenemos que tener algo”.


No sé, me gustaría regresar. Me gustaría volver. Pero sé que no puedo hacerlo. No como era. Siento que si no me encuentro a mí mismo, desde una afectividad que parece que venga de un lado materno, no voy a poder volver.
Y la cosa está chunga, porque mi repertorio es limitado. He buscado la tranquilidad. La soledad. Solamente ha sido al empezar a sentir unos sentimientos y sensaciones, que puedo empezar a imaginar quiénes son mis hermanos. 


No se trata de que ellos no hayan estado ahí siempre, es que yo no estaba. 
         En realidad supongo que todo pasa por ir descubriendo quién soy.
Cada uno desde donde esté y del modo que pueda a cada momento.



La humanidad ha entablado lazos de amistad con ciertas especies animales.

Una de ellas fueron los lobos. Que a lo largo de tiempos inmemoriales se han ido pareciendo cada vez más a los humanos.
Parece que esa relación fue posible porque tanto los humanos como los lobos, mantenemos un cierto comportamiento y jerarquía social, que son parecidas.

Tanto los grupos humanos, como las manadas lupinas, son de naturaleza social.
Ahora bien, los lobos, se juntan en manadas.
Si bien hay algunos especímenes que son lobos solitarios.







Mañana me gustaría ir a casa. Es el cumpleaños de Rafa.







Comentarios