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veinte segundos de domingo


Domingo 17-09-2017
9:05 Horas.

Acabo de levantarme y estaba soñando. Alguien decía en mi sueño que íbamos a morir. Así dicho en existencial.

Parece que ha sido un mal despertar. Me siento intranquilo. Porque realmente ¿Qué tenemos?

Parece que no nos podemos llevar nada de este mundo al otro. Ni siquiera podemos saber si hay otro mundo si bien la intuición me dice que algo pueda haber. Pero ¿Qué?

Venimos a la existencia para existir. Para experimentar justo lo que estamos haciendo ahora. No tiene más sentido que ese. Pero a veces es tan frustrante. La vida, me refiero. No poder tener ninguna seguridad.

En realidad parece que pasada una edad, se le ven las orejas al lobo. Se sabe que la recta final se acerca, se ve la enfermedad y la muerte más cercanas.

Y no hay mucho que podamos hacer. Vivir, supongo.

Carezco de ese tipo de desapego. Pero creo que lo normal es coger cualquier tipo de adicción o vicio. Comer en exceso, beber, refugiarse en algún comportamiento, repetir pautas aprendidas... como vampiros, para aferrarnos a la vida. 

        Todo para no pararse a pensar que los próximos veinte segundos, tal vez sean los últimos.

Pero no podemos tener ni siquiera esa seguridad. Veinte segundos de pánico.

Eso de los veinte segundos, lo saqué de una película. Veinte segundos de pánico pueden suponer la diferencia entre actuar o no actuar, y lograr por ejemplo, hacer una declaración de amor a una mujer hermosa. ¿Por qué no?

Yo todavía tengo el susto en el cuerpo del recuerdo de levantarme de la cama. Parece que eso de levantarme soñando ha sido como un mal viaje, donde las posibles realidades alternativas se superponen.

¿Hago todo lo que debo hacer? Me refiero, para tener una vida de acuerdo a como debe ser.

Porque me gustaría morir sabiendo que he vivido una buena vida. Pero sinceramente, creo que al final, a cierto nivel, no importa. Es un juego. Solamente un juego. Pero entonces ¿Por qué estoy asustado?

Las reglas de la vida parecen llevarnos en dos direcciones. O vives o decaes. Eso de virgencita, que me quede como estoy, parece que es lo que deseamos todos.

Ponemos el termostato en nuestra zona de confort, y queremos sentirnos calentitos toda la vida. Hasta que termina. Y si hemos estado a gusto, decimos que hemos tenido una buena vida.

Pero ¿Qué determina el tener una buena vida? Ojalá la filosofía tuviese una respuesta. Pero vamos a ser pasto de los gusanos... vamos a retornar al lugar de donde procedemos. 
A la inmensidad.

Una vez allí, no importa mucho que hayas sido buena o mala persona.

Se me ocurre que si todo en el universo es un cúmulo de energía e información, si nada se pierde. Si la materia y la energía son intercambiables, nada se pierde. 

     Todo se transforma, sencillamente. Tal vez el vivir de acuerdo a las propias convicciones suponga una diferencia.

No se trata tanto de ser bueno o ser malo. Eso está bien para ejercer de juez y controlar al personal. Mandar a cumplir castigos, y toda esa pesca. 

Pero y si en nuestro último suspiro, nos viene la certeza de que al final del modo que sea, todo está bien.

Y si por el contrario, nos encontramos en esos últimos veinte segundos de pánico, antes de morir, y no le encontramos sentido a la vida.

Yo diría que si me aventuro a tener una opinión, en mi último suspiro, no exclamaría por un dios...

Simplemente, me diría para mí mismo ¡Ya está!

        ¡Feliz domingo!










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