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el hilo del tiempo

un estudio de a dónde va a parar el tiempo











Jueves 17-11-2016
9:24 Horas.

El chico se encontraba justo debajo del reloj. Miraba extrañado cómo podía ser que las manecillas fuesen tan lentas, y que sin embargo el tiempo siguiese su curso. Parecían estar quietas. Y sin embargo avanzaban.

¿En qué momento se mueven? No lo sé.

El reloj de pared pareció estremecerse y se escuchó como si se recompusiese por dentro. Los tañidos del campanario de la iglesia precedieron a los de este reloj. Y sin embargo sabía que a esa hora, el reloj como una máquina bien engrasada, daría las ocho.

Las ocho. Había estado soñando despierto demasiado tiempo. ¡Ya era tarde! Pero ¿Quién le esperaba? Por un momento le pareció que le llamaba su madre. Y sin embargo, terminó de despabilarse. Ya tenía una edad, y el reloj que tenía delante no era el de su abuelo.

A día de hoy, él mismo tenía su propio reloj de pared. Como regalo sorpresa en su cincuenta cumpleaños. 

¿Estaría perdiendo memoria? A veces le parecía desorientarse. ¿Quién era? ¿Dónde estaba? ¿Mamá? Su madre, ya no estaba. Ahora ya hacía años que no estaba.

Recordó el viejo pijama azul, y era el niño que saltaba de la cama. ¡Chocolate caliente! Escuchaba la música en el salón, mientras su padre llegaba portando los churros.








Hace tanto tiempo. Demasiado tiempo. Mucho tiempo. Ahora.

Miró a su alrededor. Los amigos ya se habían ido. Pasaron por su vida y no los cuidó. ¿A dónde habían ido? Pero paradójicamente, sabía dónde estaba “en cuerpo físico”, eso no lo dudaba. Pero sentía cierta extrañeza ante la misma existencia.

¿Dónde estaba? ¿Quién era? ¿Por qué había perdido a todos sus amigos? Tal vez no los había perdido. Pasaron por su vida, sin sentir.

La enfermedad mental condicionó su vida tanto tiempo. Es cierto que no pudo hacer nada. Durante tanto tiempo no pudo hacer nada. Ni siquiera sabía si eso suponía una diferencia. El tiempo pasó.

Qué ironía. El reloj pareció responderle con un estremecimiento de su mecanismo. Quince minutos más. 

¿A dónde se va el tiempo?







Yo creo que el tiempo se ve arrastrado a un vórtice espacio-temporal. Y allí desaparece. Sí.

Todo tiene su contraparte graciosa, si se la busca. Los mocos también desaparecen en ese vórtice. Bromeó burlándose de sus propias reflexiones. Lo sueltas, cae, y no lo busques porque no existe más.

Su madre, pasando la aspiradora cada sábado. Era extraño. La misma existencia se volvía extraña. Los recuerdos se entremezclaban. El pasado cobraba mucha importancia conforme él, Gabriel, se hacía viejo. Se quedaba pensando.

Pensar. Eso le gustaba. A veces se le ocurría algo, y solían ser cosas graciosas. Espacio-temporal. Allí desaparecería él mismo. Su madre y la aspiradora. Esa imagen le devolvió a la realidad. Por un momento huyó ante la idea aterradora de que su madre le aspirase las cenizas.

Es importante el lugar donde cada uno reposa. Me refiero, en esos casos. Para la posteridad. Supongo que es lo que tiene esto de pensar tanto. Uno termina haciéndose como que muy existencial. Terminaremos hechos polvo de estrellas.

Pensó que en cierto modo, ya somos polvo de estrella. Solamente que vivimos.

Me siento un poco mejor. Formo parte de algo. Y formo parte de algo tan grande, como el mismo Cosmos. Por lo menos, como la galaxia. Dejemos al universo a un lado.

Sus pensamientos se vieron llevados a esa línea de pensamiento. ¿Se puede dar de lado al universo?







Sí, yo creo que sí. O conectas o desconectas.

Miró de nuevo el reloj que tenía enfrente. Algo parecía haber cambiado. No era de madera.

Su reloj era de madera, y éste era todo circular. Metálico, como el de una fábrica. ¿Era el de la fábrica de sus padres?

Un temor asomó en sus ojos. El recelo.








Una mirada conocida le preguntó interesada. ¿Estás bien Gabriel?

Es la hora de la medicación. Recuerda,que no puedes estar levantado después de las diez.

Así, bien. ¡Bebe! ¡No seas niño! Esto te ayudará a dormir.


Gabriel bajó la vista cabizbajo ante la amable reprimenda. Y vio su propia bata con el logo del centro. Asilo Bueno. Miró más allá de la puerta y vio su cama. Perfectamente hecha. Que le esperaba para pasar la noche. Hasta que llegase el próximo día.

Mañana habría chocolate caliente en la cafetería.








Recordó las habaneras que tanto les gustaban a sus padres...


¡ MAMÁ !
























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