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tercero a nave Arkadian







FLOTA GALÁCTICA
Nave Arkadian

diario personal del M.D.

No para cualquiera. Absténganse lobos e insectores.


Tercer Lunes del sol del planeta Solaria.
Luz de Lunas.

Hace un mes que se casó mi hermana menor. Yo me descubrí ante mi familia, en un contexto en el que los roles debían tener un reajuste.
La semana ausente, directamente, me escondí.
Imposible. Ayer fue la comunión de mi sobrina, y todos estaban allí. Y todos con los que hablé parece que más o menos estaban presentes.
No es tan difícil como esperaba. Lo duro es saber que yo mismo he cambiado. No es tanto de cara a otras personas. Mi reajuste es también, tener que aceptarme a mí mismo.
Tu estás aquí. No he mirado desde anoche, no podía dormir. Pero estás, y otra vez “citando una frase de Allan Watts”. 
Estás por amistad. Yo no te conozco mucho, pero eres amigo de tus amigos. De mí no, no de mí. Tal vez no tanto por mí. Hay alguien más. Esa amistad debe ser fuerte, si sigues ahí.
Debe haber algo que yo deba hacer, o tal vez no. Siempre he pensado que esto era un enroque. No puedo evitar jugar una partida. Pero no soy yo el rey. Sería ilógico que yo fuera un rey, más bien sería la torre, si acaso.
No sé a dónde voy. Tengo mi vida. Y tengo que respetar mi vida. Mi historia personal.
Tu me empujas a crecer, pero no hay garantías. Te aprecio, pero que estés me supone un problema.
No me dejas dormir...






En Solaria, hay luz, pero es tenue. Varía... no es estable.
Sinceramente, cuando medito o trato de hacer algo de tipo espiritual, de lo que me gusta. La luz desaparece.
Ha estado más presente cuando he aflojado, y he dejado estar las cosas.
Eso no significa nada. En realidad la luz no es un problema, tan solo una distracción.
Las cuestiones más cotidianas de la vida, debería ser lo que me ocupase. Tu, no sé. 
Estoy leyendo a Orson Scott. El juego de Ender. En la novela al tercero no le permitían juntarse con nadie. Y eso le atormentaba. Para mí la soledad nunca ha sido un problema. En el pasado sí lo fue. Ahora no lo es.
Si bien, debo reajustar mis prioridades. Respecto a mi familia, en el trabajo, respecto a mí mismo. La relación me preocupa. Durante mi enfermedad perdí el cuerpo.


La espiritualidad no puede surgir más que de un cuerpo físico. Si fuera de otro modo, no sería espiritualidad. Sería psicosis.


Y temo que yo no pueda recuperar el cuerpo. Puedo pensar que mi desarrollo se halla detenido. Hay cierta luz, en ocasiones. Pero no se estabiliza.
A mí no me importa. Puedo seguir durmiendo, o tal vez sufrir las consecuencias de haber visto y volver a perder visión. Vivir con el recuerdo.
El gran maestro de esta partida de ajedrez. Hay lazos. Pero él juega bien.

Y jugó bien conmigo.

No sé si el GM de esta partida es quién pienso. Pero si el es quién creo que es, dile que lo hizo bien.
Mi recuerdo es bueno, le aprecio. Y ha mejorado. Es bueno.
Si lo que salga de aquí no fuese a ninguna parte, seguramente sea así, que sepa que él lo ha hecho bien. Y tu lo has hecho bien.
La partida tiene unas reglas para que todo se desarrolle de un modo honorable. Antes o después terminará.
Tal vez yo preferiría seguir durmiendo. Y tu vienes y me incordias. No me dejas dormir.

Escucha esto. Es importante.

No puedes hacer crecer a una planta, tirando de sus hojas hacia arriba. Por mucho que sepas que esa es la dirección que va a tomar sí o sí, antes o después.

Si bien, está bien que lo hagas. Si es por molestar. El tábano picotea al burro que no se puede quedar tranquilo, ni librarse de la molestia. Yo soy el burro.

Tampoco le puedes decir a alguien que viva de determinado modo, si esa persona en concreto, no tiene vida. La vida sigue unas leyes. Tal vez me gustaría conocer esas leyes. Pero las conozca o no, lo cierto es que vivo supeditado a ellas.
Tu sabes más que yo. Yo no sé cosas que tú sí.






Pero ya que “citas tan a menudo a Allan Watts”, voy a admitir que yo soy un burro. Y no creo que llegue muy lejos. No creo que nadie quiera morder mi zanahoria. Ni yo vaya a morder la de nadie.
Y la vida sigue.

Tu estás ahí. Y sé que es por amistad. No hacia mí. Pero sí que eres un ejemplo que valoro. Coño, tal vez yo tenga mis preferencias, pero hay cosas que no puedo ignorar. Y no puedo ignorar la vida. Si bien, eso no significa, ni es garantía, de que sepa vivir.





Ayer pensaba, en la comunión de mi sobrina, estando en la iglesia. Acerca de la filosofía. Necesitamos la filosofía. La iglesia en la que yo estaba en ese momento sigue una determinada filosofía cristiana.
Eso excluye, muchas cosas. El cura era guapo.
La filosofía perfecta, debería ser breve.
Encontrarse en la acción. No hacer nada (y nada se queda sin hacer, se aclara en occidente), el esfuerzo más allá del esfuerzo, el estudio de sí, etc...

Mis perspectivas se reducen. Llevo años esperando a que suceda algo. Y no lo hace. Tal vez la situación de crisis, sea en el ámbito que sea, no se pueda afrontar del mejor modo posible, más que desde la calma.
Mi vida está movida. Y hay que respetar los turnos de tirada, en el ajedrez está claro. Uno si quiere salirse de una partida, lo hace bajo ciertas normas establecidas. Ganas, pierdes o tablas. Pero no puedes evitar jugar.
Tal vez sería mejor para mí dormir. Me gustaría dormir y no me dejas. Eso me indica que tu amistad es fuerte. Y eso, lo valoro. Como ejemplo. Como ejemplo para mí. Si bien, mis preferencias resultan tener una orientación distinta, si has vuelto “otra vez citando a Allan Watts”, es que eres fiel a ti mismo y a la amistad que os une.

CARTAS DESDE SOLARIA
desierto del sol
- Del capitán tercero, a la tripulación del Arkadian. M.D.


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